
Meditación - 2021 julio 13
(Lectura de la Biblia en tres años: Eclesiastés 7, Gálatas 4:13–20)
EL HEREDERO ESCLAVO
Pero él le contestó: “¡Fíjate cuántos años te he servido sin desobedecer jamás tus órdenes, y ni un cabrito me has dado para celebrar una fiesta con mis amigos! ¡Pero ahora llega ese hijo tuyo, que ha despilfarrado tu fortuna con prostitutas, y tú mandas matar en su honor el ternero más gordo!”
Lucas 15:29–30
Cuando Jesús contó la parábola del hijo pródigo, lo hizo con el propósito de ilustrar a sus oyentes, mostrándoles cómo es Dios y cómo es la relación y comunión con él. ¿Cómo así
El hijo menor del padre misericordioso pidió recibir su parte de la herencia y se marchó para malgastarla. Cuando quedó sin recursos recordó la casa de su padre y arrepentido retornó, suplicando el perdón y la oportunidad de vivir en lo que fuera su hogar en calidad de jornalero. Su padre no prestó mucha atención al pedido del pródigo pues lo que él veía era que su hijo había vuelto, estaba vivo y había que celebrarlo. Mandó a vestirlo como el hijo del dueño de la hacienda. El hijo mayor al llegar a su casa y ver el regocijo se ofendió y no quiso celebrar. Cuando el padre quiere animarle para que comparta con toda la familia la alegría, él insistió en no hacerlo. En la explicación que dio para no tener que celebrar se quejó de haber servido muchos años a su padre y que a él nunca se le había dado ni un cabrito para festejar con sus amigos.
La perspectiva de este hijo mayor nos permite concluir que él nunca se consideró hijo heredero. En su queja el remarca que había servido a su padre. La palabra griega que la parábola se tradujo servir, significa servir como esclavo. Muy posiblemente cuando su padre le pedía que repare alguna cerca derribada accidentalmente por los animales, él lo hacía como un siervo y no como el dueño o socio del dueño que tiene interés en preservar y cuidar sus bienes. ¿Cuándo usted sirve a Dios lo hace por obligación como un esclavo o como alguien libre que guarda y obedece la voluntad en gratitud al amor de Cristo.?
Oración:
Aunque merecemos tu justa ira y tu castigo, te pedimos, ¡oh Padre de misericordia!, que perdones nuestro pecado y nuestras muchas rebeliones. Defiéndenos de todo mal y peligro, en nuestro cuerpo y en nuestra alma. Líbranos de doctrinas falsas y perniciosas, y de guerra y derramamiento de sangre, de las tempestades y las sequías, de los incendios, de las epidemias, de la angustia del corazón y del desesperar de tu misericordia. En todo tiempo sé Tú nuestra ayuda eficaz. Amén.
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