
Meditación - 2021 julio 1
(Lectura de la Biblia en tres años: Proverbios 26, 2 Corintios 13:11–14)
AMOR ETERNO
El gran amor del Señor nunca se acaba, y su compasión jamás se agota. Cada mañana se renuevan sus bondades; ¡muy grande es su fidelidad!
Lamentaciones 3:22–23
¿Alguna vez sintió el dolor de escuchar que ya no le aman? Sí, entre nosotros lo seres humanos que poblamos la tierra, el amor no siempre es eterno. Son muchas las personas que, delante del altar, se han comprometido a vivir y amar a quien toman como cónyuge, tanto en las buenas como en las malas y a amarlo hasta que la muerte los separe. Pero, tarde o temprano, le dicen a su pareja que el amor que había entre ellos se ha terminado. Pocas cosas dejan tan desolado a un ser humano que el escuchar que ya no lo aman. La gran mayoría de enamorados y novios se prometen amor eterno pero llegado el momento de la verdad, tal amor desparece como por encanto. ¿Existe el amor eterno?
La respuesta es sí, un sí rotundo. Dios mismo así lo afirma en muchos pasajes de la Sagrada Escritura, como el de nuestra meditación para hoy. La palabra hebrea original (jésed) traducida «amor» incluye el significado de lealtad. El amor de Dios es leal. Él nos ama y su amor no es inconstante, ama de una vez por todas. Todos queremos ser amados de esa manera. Lastimosamente nosotros mismos fallamos en dar ese amor. Por causa de nuestra naturaleza pecaminosa, nuestro amor es mezquino, inconstante, desleal y merecedor de padecer la ira de Dios por la eternidad en el infierno. Por amor, Jesucristo vino para salvarnos de nuestro lamentable destino eterno. Lo hizo al amar perfectamente a Dios y al prójimo en lugar nuestro; y al sufrir en sí mismo toda la ira de Dios que nos correspondía a nosotros padecer. En gratitud vamos a querer amar a Dios y a nuestro prójimo tan lealmente como nos sea posible y pedir al Señor su divino auxilio para lograrlo.
Oración:
Señor, confieso que mi amor caído ha causado mucho más mal que bien en mis personas amadas. Incluso fue un amor tan toxico que en lugar de dar paz y consuelo causó angustia y dolor. También reconozco que fallé en amarte a ti y a mi prójimo con la perfección que tú exiges y que por eso merezco padecer toda tu ira por la eternidad en el infierno. Pero te doy gracias porque Cristo ocupó mi lugar para salvarme. Te suplico que por tus medios de gracia fortalezcas mi fe de modo que pueda amar lealmente mientras espero la venida de Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo y con el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.
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