
Meditación - 2021 febrero 9
Meditación - 2021 febrero 9
(Lectura de la Biblia en tres años: Salmo 18:28–50, Romanos 3:9–20)
TRANSFORMADOS A SU SEMEJANZA
Así, todos nosotros, que con el rostro descubierto reflejamos como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados a su semejanza con más y más gloria por la acción del Señor, que es el Espíritu.
—2 Corintios 3:18
Toda la obra redentora de Jesucristo apuntaba a un propósito: que los seres humanos puedan ser declarados justos. Ser declarado justo no implica que ya seamos justos y perfectos. En realidad entre los pecadores creyentes y los pecadores incrédulos hay una sola diferencia: los primeros están arrepentidos mientras que los últimos viven muy cómodos con su pecado.
Es debido, precisamente, a esa incomodidad presente en la vida de los pecadores arrepentidos, es decir de los creyentes justificados por la sola gracia mediante la sola fe, que existe un anhelo de cambio. Pablo expresó su incomodidad en estos términos: «Yo sé que en mí, es decir, en mi naturaleza pecaminosa, nada bueno habita. Aunque deseo hacer lo bueno, no soy capaz de hacerlo. De hecho, no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero.» (Romanos 7:18–19). Pablo reconoce que cuando quiere hacer el bien encuentra que un poder superior le vence llevándolo a cometer el mal. Aunque muchos no quieren admitirlo, esta es la pura verdad ¿Significa eso que los creyentes viviremos esclavos del pecado hasta la venida del Señor? Gracias a Dios que no tiene que ser así.
Pablo nos dice en el pasaje que hoy meditamos que ser transformados para reflejar el resplandor de Cristo no resulta del exponernos al resplandor de la ley moral. Así como un termómetro nos informa si tenemos fiebre o no, pero no tiene el poder de sanar la fiebre, del mismo modo la ley moral nos puede mostrar nuestro estado y las consecuencias de nuestro pecado pero no puede lograr ningún cambio en nosotros. Sólo el evangelio tiene el poder de hacer un cambio en nuestra vida: primero nos cambia de incrédulos a creyentes; y después de carnales inmaduros a creyentes maduros creciendo a la medida de la estatura de Cristo. Con Pablo reconocemos «No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús» (Filipenses 3:12–14)
Oración:
Oración: Señor, en gratitud a tu amor incondicional, por el que me has hecho parte del reino de Jesucristo, quiero vivir en obediencia piadosa. Concédeme, te suplico, temer y amar a Dios, de modo que no desprecie tu palabra, ni la prédica de ella; sino que la considere santa, la oiga, aprenda y la obedezca de buena voluntad. Amén.
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