
Meditación - 2021 febrero 24
Meditación - 2021 febrero 24
(Lectura de la Biblia en tres años: Salmo 37:17–40, Romanos 7:18–25)
JESÚS ANUNCIA SU MUERTE
Luego comenzó a enseñarles: —El Hijo del hombre tiene que sufrir muchas cosas y ser rechazado por los ancianos, por los jefes de los sacerdotes y por los maestros de la ley. Es necesario que lo maten y que a los tres días resucite.
—Marcos 8:31
Juan el Bautista predicaba el bautismo de arrepentimiento preparando a la gente para la venida del Mesías prometido de quien dijo: «El que viene después de mí es superior a mí, porque existía antes que yo […] al cual yo no soy digno ni siquiera de desatarle la correa de las sandalias.» (Juan 1:15,27) «Toda la gente de la región de Judea y de la ciudad de Jerusalén acudía a él» y ante toda esa multitud innumerable Juan presentó a Jesucristo diciendo: «¡Aquí tienen al Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!» (Marcos 1:5; Juan 1:29). No lo presentó como un gran maestro, ni como el rey de Israel. Tampoco dijo que vino para solucionar los conflictos de las personas. Habló de Cristo en términos claros. Juan bautizaba para perdón de pecados, pero ese perdón era posible solo gracias al Cordero de Dios. Los primeros seguidores de Jesucristo fueron primero seguidores de Juan el Bautista (Juan 1:35–37)
Aunque, Jesús fue proclamado como el Salvador, la gran mayoría de las personas esperaban un Cristo actual que se identifique con sus problemas financieros, emocionales y políticos. Querían un Cristo revolucionario que luche contra el imperialismo y la tiranía de Roma. También estaban interesados en que Jesús les provea gratuitamente el alimento de modo que conseguir el pan diario no sea tan trabajoso (Incluso hoy no falta quien cree que Jesús fue el primer comunista). ¡Cuán equivocados estaban!
Cristo no vino a solucionar los problemas temporales de la humanidad. Había un problema superior de consecuencias eternas. El ser humano nacía y vivía en rebeldía constante contra Dios y por eso merecía la condenación eterna. Ninguna injusticia o padecimiento terrenal puede compararse al sufrimiento del infierno. Gracias a Cristo hemos sido perdonados. En gratitud, vamos a querer honrar, predicar y encontrar en Cristo no un sicólogo ni un milagrero. Tampoco un revolucionario sino al redentor que, con su vida justa y muerte vicaria, nos salvó.
Oración:
Oración: Tal como soy de pecador, sin otra fianza que tu amor, a tu llamado vengo a Ti; Cordero de Dios, heme aquí. Tal como soy, buscando paz, en mi aflicción y mal tenaz, combate rudo siento en mí; Cordero de Dios heme aquí. Tal como soy, con mi maldad, Miseria, pena y ceguedad; pues hay remedio pleno en Ti: Cordero de Dios heme aquí. Tal como soy me acogerás; Perdón y alivio me darás; Pues tu promesa ya creí: Cordero de Dios heme aquí. Tal como soy, tu compasión quitado ha toda oposición; Ya pertenezco todo a Ti: Cordero de Dios heme aquí. Amén.
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