Skip to content

Meditación - 2021 agosto 9

(Lectura de la Biblia en tres años: Isaías 19–20, Efesios 6:14–20)

JESÚS LE DA SU PAZ

La paz les dejo; mi paz les doy. Yo no se la doy a ustedes como la da el mundo. No se angustien ni se acobarden.

Juan 14, 27

¡Paz! ¡paz! Es lo que el hombre siempre ha gritado ¿desde cuando? desde que la tentación del ángel malo, llamado diablo, dio fruto al oscurecer el corazón de nuestros primeros padres y hacerles caer en pecado. Por ello es que nuestros días transcurren sin que falte en alguno de ellos una prueba de esto. El enfermo tendido en una cálida cama acariciando con sus últimas fuerzas el rostro de sus seres queridos, la mujer cuyas lágrimas se confunden con la lluvia que cae en el cementerio al lado del ataúd donde descansa su difunto esposo, los gritos de dos sujetos que pelean en la calle a plena luz del día. Eso y muchas otras cosas son parte de nuestro día a día e interrumpen nuestra paz. Pero no tenemos que ir tan lejos para darnos cuenta de ello, en nuestra vida cotidiana, de manera más personal, padecemos de iguales cosas. Preocupaciones y pendientes nos inquietan lo que parecía ser un buen día. Dudas y fantasmas producto de nuestra imaginación nos atormentan con situaciones de las que dudamos si son reales o no. La culpa por nuestros pecados grita de manera ensordecedora que no nos permiten escuchar otra cosa que ¡por tu causa estás en la situación que estás! ¡Tú te lo buscaste! ¡Has decepcionado a aquellas personas que habían puesto su inocente confianza en ti!

Estos tormentos parecen pesados e inevitables. El alma enferma y tiembla por su tortura. Nos preguntamos como Pablo: ¡Oh, miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? Y es entonces que, como el faro que aparece a la vista de un barco en medio de una escrupulosa tormenta, la luz de las palabras de Cristo brillan: "Hijo mío, ten calma. Yo he pagado tu culpa derramando mi preciosa sangre en aquel madero. Mi carne fue traspasada por dolorosos clavos y mi cabeza fue herida por el punzón de las espinas. Todo ello porque te he amado. He pagado tu deuda, ya no tienes ningún cargo en tu contra. Ahora ten paz, no aquella paz pasajera que prometen los hombres de este mundo que la procuran por medios falibles. No, sino la paz de saberte inocente ante los ojos de tu Padre en el cielo por mi sacrificio y haber sido adoptado como su hijo por tu fe en mí. Aquella paz que te es mostrada por mi resurrección, pues tú también en el día final resucitarás y no te esperará otra cosa que la dicha y gozo del Cielo".

Oración:

¡Padre mío! ¡Cuántas veces mi alma se encuentra desfallecida por el tormento de las cosas de este mundo caído! Te imploro que tu Espíritu Santo, el Consolador, le recuerde a mi inquieto corazón la obra redentora de mi Señor Cristo. Por la cual soy perdonado y hecho hijo tuyo, heredero de tu Reino en el Cielo. Amén.

 

Lea el Capítulo Completo Aquí


Meditaciones son presentadas por Producciones Multilingües-WELS y www.academiacristo.com. Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional. Todas las citas bíblicas, a menos que se indique lo contrario, están tomadas de La Santa Biblia, Nueva Versión Internacional®, NVI®. Copyright © 1986, 1999, 2015 por Biblica, Inc.™ Todos los derechos reservados en todo el mundo.

Más Contenido

Meditación - 2019 julio 18

Ver Recursos

Servicio - 13 enero 2019

Ver Recursos

Meditación - 2020 enero 30

Ver Recursos

Meditación - 2020 enero 01

Ver Recursos