Skip to content

Meditación - 2021 agosto 7

(Lectura de la Biblia en tres años: Isaías 16–17, Efesios 6:1–9)

LA HERENCIA DEL PADRE ES NUESTRO CONSUELO

¿A quién tengo en el cielo sino a ti? Si estoy contigo, ya nada quiero en la tierra. Podrán desfallecer mi cuerpo y mi espíritu, pero Dios fortalece mi corazón; él es mi herencia eterna.

Salmo 73, 25-26

Estando en la tranquilidad del hogar y mirando alrededor nuestro podemos ver las cosas que poseemos. ¿Qué es lo que puede ver? Muebles, libros, decoraciones y regalos de aquella persona que estima mucho. No obstante hay algo que todas estas cosas tienen en común: son mutables, perecederas. Algunas pueden durar con nosotros mucho tiempo, incluso aún estar después de que hayamos partido de este mundo, pero después de un tiempo tendrán un final.

Cuando llegamos a pasar un tiempo pensando en lo pasajero que son las cosas podemos pensar en algo más que también es pasajero y es mucho más próximo que las cosas que poseemos en casa, esto es nosotros mismos. Cada día que pasa podemos darnos cuenta de ello. Un conocido ha fallecido, ese gran amigo con el que jugamos y pasamos dulces momentos de nuestra infancia en la calle ahora apenas puede sostenerse en pie sin su bastón, puede que nosotros hace unos días estábamos en casa reposando en cama porque la enfermedad no permitía que siquiera diéramos unos cuantos pasos. El pensar en todo ello no produce precisamente un sentimiento de tranquilidad, oh no, puede que estos pensamientos den tantas vueltas en su mente que hacen que se replantee lo que está haciendo con su vida y su cuerpo manifiesta la perturbación de su interior.

Las cosas de este mundo se heredan a los hijos o a los parientes más próximos, pero terminamos heredando cosas que, tarde o temprano, se extinguirán. Dios nos dice que también somos herederos, pero nuestra herencia es muy diferente. Él no nos heredará dinero, metales preciosos, telas finas ni tierras. No, la herencia que nos da no es temporal ni tampoco algo de este mundo. Lo que Dios nos da como herencia es Él mismo, lo cual es la vida eterna y la plena felicidad. Es una herencia porque no hemos hecho algo para ganarnos esto, sino porque somos sus hijos adoptados mediante el sacrificio de Jesús. En el Antiguo Testamento, a la tribu de Leví no le fue entregada una porción de tierra, porque Dios les entregó algo mucho más valioso, el Señor mismo sería su herencia (Deuteronomio 10, 9). La tribu de Levi simbolizaba la Iglesia, a la cual pertenece usted por la fe en Jesucristo. Gócese, pues suya es la herencia eterna del Cielo, la dicha de vivir con el Señor para siempre.

Oración:

¡Ah, Señor mío! Cuando miro las cosas de este mundo no encuentro sino polvo. Por un momento están y en un solo parpadeo ya no son más. Consciente soy de que mi suerte no es otra, sino la misma por causa de mi pecado. Pero sé también que no me has abandonado, sino que me has hecho heredero de tu Reino por causa de Cristo, mi Señor. Consuélame con esta promesa tuya y mi corazón será animado. Amén.

 

Lea el Capítulo Completo Aquí


Meditaciones son presentadas por Producciones Multilingües-WELS y www.academiacristo.com. Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional. Todas las citas bíblicas, a menos que se indique lo contrario, están tomadas de La Santa Biblia, Nueva Versión Internacional®, NVI®. Copyright © 1986, 1999, 2015 por Biblica, Inc.™ Todos los derechos reservados en todo el mundo.

Más Contenido

Meditación - 2019 julio 18

Ver Recursos

Servicio - 13 enero 2019

Ver Recursos

Meditación - 2020 enero 30

Ver Recursos

Meditación - 2020 enero 01

Ver Recursos