(Lectura de la Biblia en tres años: Isaías 42, Colosenses 2:8–14)

NADA NOS PUEDE SEPARAR DEL AMOR DE CRISTO

¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: «Por tu causa siempre nos llevan a la muerte; ¡nos tratan como a ovejas para el matadero!» Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.

Romanos 8, 35-39

Y Eva mordió el fruto del árbol prohibido, después caminó hacia su marido, le extendió la mano ofreciéndole el fruto que había cortado del árbol y también comió. La voz de Dios tronó fuertemente: "¡Maldita será la tierra por tu culpa! ¡te producirá cardos y espinas!". Así es como las Escrituras nos explican lo que tanto nos acongoja en este mundo: las desgracias físicas y espirituales que están a la luz del día. Y nosotros, como cristianos seguidores de la verdad, padecemos el odio y la burla del mundo. Todas estas aflicciones del mundo pueden causar gran congoja, preocupación y tristeza en nuestro interior.

Pero en estos momentos de gran amargura nuestro querido Cristo viene y pone su mano sobre nuestro hombro al estar encorvados y deslizando lágrimas por nuestras mejillas. Y con su dulce voz nos dice: "hijo mío, sé consolado, recuerda mi gran amor por ti que hizo que cargara todos tus pecados y maldades bajo el pesado madero, fui clavado ahí dando mi propia vida. Después fui levantado de entre los muertos por mi Padre, que también es tu Padre. Te he prometido la morada del Paraíso para que estes conmigo por la eternidad. Este amor que te doy estará contigo todos los días y nada ni nadie podrá apartarte de mí. No importa lo que pase, siempre serás mi hijo amado por la eternidad".

Recuerde siempre el amor de Cristo y que ningún pesar de este mundo podrá apartarlo de él. El Señor Jesucristo estará con usted hasta el fin de los tiempos.

Oración:

Salvador mío, que tu amor eterno sea siempre mi consuelo en las pesadumbres de este mundo. Amén.

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