
Meditación - 2021 agosto 28
(Lectura de la Biblia en tres años: Isaías 40:12–31, Colosenses 1:24–29)
EL TEMOR CORRECTO
No teman a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. Teman más bien al que puede destruir alma y cuerpo en el infierno.
Mateo 10, 28
Todos tenemos miedos, pero quizás no todos tenemos los mismos miedos. ¿A qué suelen temer las personas? Con frecuencia uno de los mayores temores son aquellos en los que nuestra salud, seguridad e incluso la vida misma se ven en peligro. Tenemos miedo a que enemigos, perseguidores o gente simplemente malvada dañe nuestro cuerpo. Saber que personas de este mundo procuran nuestro mal, incluso nuestra muerte, puede ocasionar en nosotros un gran temor. Nuestros pensamientos comienzan a atormentarnos con este gran miedo que puede llegar a quitarnos el sueño y la tranquilidad al salir de nuestro hogar. Y no sólo tememos por nosotros sino también por nuestros seres queridos, nuestra familia y amigos. Llegamos a ver cómo está la situación en nuestro vecindario, nuestra ciudad o toda nuestra provincia y con sólo ver las noticias del día basta para no confiar en nada ni nadie.
Pero en este evangelio el Señor Jesús nos dice algo muy llamativo: "No teman a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma". Cristo nos dice que no debemos temer, pero ¿por qué? Porque lo mayor que los malvados mundanos pueden hacernos es privarnos de la vida del cuerpo, pero el alma, aquello que constituye nuestro más preciado e íntimo ser queda intacto. Esto no quiere decir que debamos caer en el error de la imprudencia, al contrario, al confiar en Jesús somos llamados a ser sabios y ser prudentes al estar en este mundo. Pero lo que nuestro Cristo nos enseña es que no debemos dominarnos por el miedo a los malvados de este mundo. Al contrario, a quien debemos temer es "al que puede destruir alma y cuerpo en el infierno", y ¿quién es aquel que puede hacer eso? Dios. Lo que pueden llegar a causar los malvados no se compara al castigo que Dios da en el infierno. Pues los hombres sólo pueden destruir el cuerpo, pero Dios el cuerpo y alma en las llamas infernales. Sin embargo este castigo es merecido por los incrédulos y necios que persisten en el pecado. Nosotros como hijos de Dios perdonados y renovados a causa de Cristo, somos herederos del Reino de los Cielos. Mientras camine en este mundo no tenga miedo a lo que pueden hacerle los hombres, sino que su corazón se humille y tema al Señor Dios, pues "El temor del Señor es el principio del conocimiento" (Proverbios 1, 7).
Oración:
Oh Señor, que mi corazón siempre tema a ti y no al mundo. Amén.
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