(Lectura de la Biblia en tres años: Isaías 39:1–40:11, Colosenses 1:18–23)

CONFÍE SÓLO EN EL SEÑOR

Confía en el Señor de todo corazón, y no en tu propia inteligencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él allanará tus sendas.

Proverbios 3, 5-6

Los errores son algo inevitable, tarde o temprano caemos en alguno y es seguro que en cuanto pareciera que ha pasado vendrá uno nuevo. Cuando caemos en pecado, en un desacierto, sabemos que hemos actuado mal y queremos una solución. Es correcto que necesitamos una solución, pero la mayor parte del tiempo la búsqueda de esta solución termina en un error más grande y es pensar que podemos darle solución bajo nuestros propios medios. Llegamos a pensar que todo puede estar bajo nuestro control y que no necesitamos ayuda de nadie, nuestro propio razonamiento es suficiente para nosotros y nada más puede ayudarnos que nuestra propia fuerza y "sabiduría". Y justo cuando intentamos guiarnos por sí solos, cuando queremos aplicar nuestros medios llega el duro golpe de la realidad. Somos débiles, vulnerables e ignorantes, terminamos haciendo más altas las llamas y ahora el fuego ardiente de nuestras ligerezas parecen un incendio fuera de control. Justo como el rey David quiso solucionar su pecado de adulterio con Betsabé por sus propios medios y terminó en un pecado más grave que fue el asesinato de Urías, el esposo de Besabé. El Señor envió a su profeta Natán para reprender a David y mostrarle que por sí solo no puede solucionar sus pecados. La historia puede encontrarla en el capítulo 12 de 2 Samuel.

De igual forma el Señor nos dice que no confiemos en nuestra propia inteligencia. Nuestra condición de pecado necesita de la gracia, es decir, del amor inmerecido de Dios y la guía de Dios. Nuestra seguridad no debe estar en nosotros sino en el Señor Todopoderoso. Al caer en pecado debemos ir corriendo a los pies de Cristo y pedir su perdón y guía, pues "si confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos limpiará de toda maldad" (1 Juan 1, 9).

Dios nos invita a dejar de confiar en que podemos solucionar nuestros pecados por nuestros medios, y en cambio buscar sabiduría en su Palabra todos los días. Aprendamos todo lo que la Palabra de Dios nos puede enseñar y después apliquemos la sabiduría de Dios en nuestra vida. Que Él sea nuestra guía, nuestra lámpara que alumbra nuestro camino.

Oración:

Dios mío, ten misericordia de mí que soy pecador y que tu Palabra sea mi guía en mi vida. Amén.

Lea el Capítulo Completo Aquí