
Meditación - 2021 agosto 18
(Lectura de la Biblia en tres años: Isaías 30:1–17, Filipenses 3:1–5)
DIOS HACE ABUNDAR LA GRACIA
Y Dios puede hacer que toda gracia abunde para ustedes, de manera que siempre, en toda circunstancia, tengan todo lo necesario, y toda buena obra abunde en ustedes.
2 Corintios 9, 8
Al ver las muchas necesidades de nuestro vivir diario es comprensible que surjan muchas preocupaciones, como lo es la comida y el vestido del mañana. Son cosas totalmente imprescindibles, las cuales merecen su debida atención. Sin embargo, hay una parte mala, y es que la excesiva preocupación por estas cosas puede volverse un pecado. ¿Cómo es eso? La preocupación puede volverse un pecado porque denota una falta de confianza en Dios, lo cual va en contra del primer mandamiento que dicta, según las palabras de Lutero, que "debemos temer y amar a Dios y confiar en Él sobre todas las cosas". Cuando las preocupaciones de la vida diaria se vuelven nuestra absoluta prioridad olvidamos e incluso cuestionamos que Dios sea nuestro amoroso Creador, el cual con amor paternal está siempre atento a nosotros.
También, al olvidar a Dios, podemos caer en el error de pensar que todos nuestros tesoros y logros son obra completamente nuestra. Que no necesitamos de nada ni nadie para tener lo que necesitamos sino sólo el sudor de nuestra frente y la fuerza de nuestros músculos. ¡Ah! ¡hombre soberbio y orgulloso! ¡Si tan sólo pudieras contemplar, por un instante, la gran fragilidad y vulnerabilidad a la que está sujeto el cuerpo!
Pero la Palabra de Dios viene para corregir estos grandes errores. Dios es nuestro Creador todopoderoso, y como tal tiene completo cuidado de nosotros. Nos muestra que siempre, con gran y perfecto amor paternal que sólo Él puede poseer, nos da todo lo que necesitamos con gracia. Podemos descansar en la paz divina y no sucumbir a la desesperación por las preocupaciones, pues nuestra confianza está en la gracia de nuestro Creador. Que nos lo dé todo por gracia significa que nos lo da como un regalo, no porque hayamos hecho algo para merecerlo ni porque sea una recompensa por nuestras buenas obras. Al contrario, esta gracia de Dios despierta en nuestros corazones el deseo de servir a Dios y a los demás con nuestras buenas obras, ya que hemos sido declarados justos e inocentes ante el Padre. Dios nos hace buenos por su gracia, y así es como podemos obrar bien. Todo ello lo ha hecho el Padre, ningún mérito nos llevamos ¡Sólo a Dios la gloria!
Oración:
Padre, antes las preocupaciones y el orgullo recuérdame que tú me amas, y que en este amor inmerecido me darás lo que necesito. Amén.
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