
Meditación - 2021 agosto 16
(Lectura de la Biblia en tres años: Isaías 28:14–29, Filipenses 2:19–23)
CONFÍE EN JESÚS
No se angustien. Confíen en Dios, y confíen también en mí.
Juan 14, 1
A menudo las personas tienen una persona de confianza. Cuando un problema surge, y no se encuentra una solución inmediata, casi siempre acuden a ella para buscar consejo. Eso en el caso de problemas que por un momento parecen íntimos pero que tienen el potencial de provocar un problema mayor. En varias ocasiones estas personas en quien se deposita confianza llegan a ser una gran ayuda, pero otras veces solo dejan igual las cosas o también pueden empeorarlas. Hay problemas que llevan más tiempo y azotan la tranquilidad y comodidad de más personas. En una ciudad o incluso en un país entero hay problemas que afectan la economía de las familias, su seguridad, su salud, su educación o cualquier otro ámbito de su vida. Por lo general es cuando personas malvadas se levantan y gritan a cuatro vientos que ellos tienen la solución a todo, que si quieren ver todos sus problemas resueltos tienen que seguirlos y apoyarlos, pues nunca les abandonará. Y cuando estas personas llegan al poder también lo hace la decepción, haciendo que esa esperanza y entusiasmo se desvanezcan. No es algo nuevo y seguramente seguirá así hasta el fin de los tiempos. Todos buscamos y necesitamos a alguien a quien acudir ante aquellas situaciones que rebasan nuestra capacidad humana, pues propio es del hombre desde la caída que la fuerza física, intelectiva y emocional humana sucumban ante muchas cosas.
Las decepciones pareciera que nos muestran que no hay nadie en quien confiar, pero justo ahí nos equivocamos. Sí hay alguien a quien acudir, alguien que nunca ha decepcionado a nadie y siempre es fiel a las promesas que ha hecho. Jesucristo, el Hijo de Dios, es esa persona. Él, a diferencia de aquellos hombres que sólo hablan, dio testimonio de quién es. Curó enfermos, expulsó demonios, alimentó hambrientos, enseñó con verdad y fidelidad la Palabra de Dios y, sobre todas las cosas, mostró su gran amor para con nosotros al morir en la cruz sufriendo los peores tormentos físicos y espirituales en lugar nuestro. Finalmente Dios le levantó de entre los muertos al tercer día, dando testimonio de que el Padre aceptó su sacrificio y ahora somos declarados justos e inocentes de todo pecado ante Él. Ante cualquier circunstancia acuda a Jesús, doble sus rodillas ante Él y halle consuelo en las promesas de su bendita Palabra, la Biblia. Un futuro glorioso le espera, y puede confiar en que así será pues su fe está en el lugar correcto.
Oración:
Señor Jesús, ante las dificultades de esta vida sé mi consuelo. Lléname de la esperanza del Cielo. Amén.
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