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Meditación - 2021 agosto 12

(Lectura de la Biblia en tres años: Isaías 23, Filipenses 1:12–19)

EL CONSUELO DE NUESTRO DIOS

Cuando en mí la angustia iba en aumento, tu consuelo llenaba mi alma de alegría.

Salmo 94, 19

La angustia es una de las consecuencias del pecado original. Y de hecho no es cualquier consecuencia, sino que de hecho es la misma manifestación de aquel pecado que hizo a nuestros primeros padres perder la bendita imagen y semejanza de Dios. La angustia es algo que brilla por su única ambigüedad, pues se hace presente en aquellos momentos donde la tentación sale a nuestro acecho. Si nos paráramos enfrente de un acantilado probablemente de manera instintiva retrocederíamos por el miedo a caer, pero algo muy interesante llega a pasar también, ¿acaso no está ahí mismo, ya sea en mayor o menor grado, una tentación terrorífica de lanzarse al vacío? Oh sí, está ante nosotros esa posibilidad a elegir. En nuestro vivir diario puede que no estemos frente a un acantilado, pero sí ante un mundo corrompido en donde abundan toda clase de tentaciones. Ante nosotros está la posibilidad de dañar a nuestro prójimo, sus posesiones, nuestras relaciones, nuestro propio bienestar incluso se ve en posible peligro ante la debilidad de nuestra carne. Diario están ante nosotros circunstancias por las cuales debemos tomar una decisión, y muchas veces esas decisiones dan lugar a un dilema: agradar a Dios o a los hombres, y esto último supone desagradar a Dios. La angustia en nosotros cierra con poderosa presión sus fauces y nos hace desesperar.

Pareciera que la angustia es algo pesado, porque en verdad lo es, y que todo termina en esta tan infeliz situación. Pero no es así, para nada que lo es. En los momentos de angustia es cuando Dios nos hace recordar, en su Santa Palabra, que nos ama. Y nos ama no con un amor mundano corruptible que desaparece, sino con un amor perfecto, eterno y sobre todo inmerecido. Como nuestro Creador Él cada día está a nuestro cuidado, proveyendo de todo lo que nuestro cuerpo y alma necesita. Dios nos dice que "como madre que consuela a su hijo,así yo los consolaré a ustedes". Una madre toma a su hijo en sus brazos, calma su llanto con dulces palabras de su delicada voz y le hace descansar en un lugar seguro. Así, en la angustia, clame a su Padre Celestial, lea su Palabra y sentirá como su espíritu descansará como en frescos pastos de verano que reciben los cálidos rayos del sol. Sentirá la presencia de su Padre que le ama, cuida y auxilia todos los días, en especial cuando más lo necesita.

Oración:

¡Dios mío! Todos los días me encuentro ante el pesado mareo de la angustia. Me abruma como grises nubes cargadas de fría agua, ¡esto casi me hace desfallecer! Recuérdame, Señor mío, que tú eres mi Padre, quien me ama y siempre está al cuidado de mí. Consuélame en medio de la angustia con tu Palabra, y hallaré tu paz. Amén.

 

Lea el Capítulo Completo Aquí


Meditaciones son presentadas por Producciones Multilingües-WELS y www.academiacristo.com. Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional. Todas las citas bíblicas, a menos que se indique lo contrario, están tomadas de La Santa Biblia, Nueva Versión Internacional®, NVI®. Copyright © 1986, 1999, 2015 por Biblica, Inc.™ Todos los derechos reservados en todo el mundo.

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