
Meditación - 2021 abril 04
(Lectura de la Biblia en tres años: Salmo 84–85, 1 Corintios 2:6–16)
¿EN DÓNDE ESTÁ?
El primer día de la semana, María Magdalena fue de mañana, siendo aún oscuro, al sepulcro; y vio quitada la piedra del sepulcro. Entonces corrió, y fue a Simón Pedro y al otro discípulo, aquel al que amaba Jesús, y les dijo: Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto.
Juan 20:1-2
Un día, mi padre nos llevó de día de campo, paramos a comprar comida en un mercado. Ya en el auto, camino al parque, mi madre se dio cuenta que faltaba uno. En ese instante mi Padre, sin importarle el camellón que dividía la calle, cruzó para regresar por el hijo que faltaba.
"Él no está aquí." Estas palabras pusieron al mundo patas arriba y cambiaron el curso de la historia. Las mujeres fueron al sepulcro para embalsamar el cuerpo de Jesús, y se asombraron al encontrar la piedra removida y al encontrar un ángel dentro del sepulcro, un ángel que las saludó con la asombrosa palabra de que Jesús había resucitado de entre los muertos. Aquí comienza la Pascua, con el gran anuncio de que Jesucristo ha roto los lazos de la muerte y ha salido victorioso sobre el sepulcro. "Él no está aquí."
Ésta es la base sólida sobre la que se construye nuestra fe. Pero, si todo lo que tuviéramos de la Pascua fuera una tumba vacía y un ángel, sería inusual y sorprendente, pero no significaría nada para nuestra vida y nuestra salvación. Una tumba vacía sin Jesús no nos sirve de nada. Él es el que necesitamos: el Señor viviente mismo. El problema real para ti y para mí es el mismo que para las mujeres que fueron a la tumba esa primera mañana de Pascua: tenemos que encontrar a Jesús. Y tres días después de ser sepultado, apareció en su carne resucitada a sus discípulos esa primera noche de Pascua. "Toca y mira", dijo Jesús.
Y es la vida de Jesús la que necesitamos hoy día. Es hora de enfrentar la verdad, es hora de ver nuestro triste mundo y ver en lo que se ha convertido. Hemos dado la espalda a nuestro Creador. Hemos entristecido a nuestro Dios y herido a nuestro prójimo. La triste verdad es que el pecado no solo se encuentra en el mundo; también está en nuestro corazón. Pero, en medio del vacío y la confusión de nuestro mundo y el rostro mismo de nuestro pecado y muerte, llega este glorioso evangelio de Pascua: Jesucristo, el hijo de Dios, fue crucificado por nuestras ofensas y resucitado para nuestra justificación. Y él está entre nosotros. El Señor Jesús resucitado viene hoy entre nosotros, en el agua del Bautismo, el pan y el vino de su Santa Cena, y en la Palabra proclamada en su santo nombre. Qué su don del perdón de pecados, su resurrección y la vida eterna nos motiven a proclamar este tesoro invaluable.
Oración:
“Sé que mi Redentor vive”. Él vive, eternamente para salvar, toda la gloria sea a su nombre. Amén
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