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Meditación - 2020 mayo 13

(Lectura de la Biblia en tres años: 2 Samuel 10, Lucas 23:26–32)

DIOS QUIERE PREDICADORES RESPETUOSOS

Más bien, honren en su corazón a Cristo como Señor. Estén siempre preparados para responder a todo el que les pida razón de la esperanza que hay en ustedes. Pero háganlo con gentileza y respeto, manteniendo la conciencia limpia, para que los que hablan mal de la buena conducta de ustedes en Cristo, se avergüencen de sus calumnias.

—1 Pedro 3:15–16

El creyente que acostumbra dar testimonio cristiano pronto logra también dar breves mensajes y, con el tiempo, es capaz de presentar excelentes sermones. Sin embargo, en el camino, puede ser tropiezo para algunos. Santiago escribió: «Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros, sabiendo que recibiremos mayor condenación. Todos ofendemos muchas veces. Si alguno no ofende de palabra, es una persona perfecta, capaz también de refrenar todo el cuerpo.» (3:1,2) El Señor quiere que anunciemos su Palabra pero que no seamos tropiezo a los que escuchan por nuestro mal proceder. ¿Cómo podemos evitarlo?

Por nuestra naturaleza pecaminosa tenemos la inclinación a sentirnos mejores y superiores a los demás. Si permitimos que tal actitud llene nuestro corazón, eso va a manifestarse cuando hablemos la Palabra pues «de la abundancia del corazón habla la boca» (Mateo 12:34b). Dios quiere que seamos respetuosos con todos, especialmente cuando les compartimos la Palabra. Inevitablemente hablaremos del pecado y al hacerlo, es posible que demos a entender que nuestro oyente es mucho más pecador que nosotros. Pablo nos exhorta hacerlo con actitud humilde conscientes de que nosotros también podemos ser tentados en lo mismo que nuestro oyente. Por eso es recomendable reconocer «yo también soy culpable de este mismo pecado». Esto es verdad pues escrito está: « Porque el que cumple con toda la ley pero falla en un solo punto ya es culpable de haberla quebrantado toda.» (Santiago 2:10). Sí, somos culpables de quebrantar toda la ley y por eso merecedores de padecer toda la ira de Dios por la eternidad. Es solo por los méritos de Cristo que somos perdonados y no por los nuestros. En gratitud vamos a querer ser respetuosos con las personas a quienes les predicamos a Cristo.

Oración:

Señor, te doy gracias por Jesucristo, pues por sus méritos tengo tu perdón y el privilegio de servirte, aunque soy imperfecto. Concédeme por tus medios de gracia amarte a ti y a mi prójimo de tal modo que, al hablar a otros de ti, en gratitud a tu amor incondicional, te honre dando razón de lo que creo con gentileza y respeto. Amén.

 

Lea el Capítulo Completo Aquí

Meditación - 2020 mayo 13


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