Meditación - 2020 mayo 07

(Lectura de la Biblia en tres años: 2 Samuel 4:1–5:5, Lucas 22:54–62)

CONOCIENDO AL PADRE

Créanme cuando les digo que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí; o al menos créanme por las obras mismas.

—Juan 14:11

Con la llegada del GPS hoy es cada vez más difícil que alguien se extravíe de su rumbo. Pocas cosas son tan frustrantes como el perderse en medio de la selva, de un bosque, o de un desierto. Los discípulos de Cristo experimentaron esa misma desazón respecto a su relación con Dios. No sabían cómo llegar al Padre. Felipe, al escuchar que el maestro iba al Padre y que Jesús es el camino al Padre pide al Señor que les muestre al Padre. ¿Por qué?

El Señor había explicado a sus discípulos que Él es el camino, la verdad y la vida. Eso significa que todo lo que hay en Dios tiene su fuente en Cristo y se alcanza a través de Él. La verdad y la vida se encuentran en Cristo. No hay otro camino al Padre que él. Por estas palabras Felipe llega a comprender cuán cerca del Padre está Jesús y espera que de alguna manera sea posible que Cristo pueda mostrarle al Padre. Pero las palabras de Felipe muestran que todavía no había comprendido del todo las palabras de Jesús. Por eso el Señor le dice: «¡Pero, Felipe! ¿Tanto tiempo llevo ya entre ustedes, y todavía no me conoces? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre. ¿Cómo puedes decirme: “Muéstranos al Padre”? (Juan 14:9) La respuesta de Jesús implica que verlo a Él es ver al Padre. Conocer a Cristo es conocer al Padre pues Cristo es Dios. Cristo nunca se separó del Padre pues Él está en el Padre y el Padre está en Él: Sin Cristo es imposible la relación del hombre con Dios. Adorar a Cristo es adorar a Dios (Juan 5:23).

Es solo por la perfecta obediencia de Cristo a la voluntad divina en lugar nuestro y por su sacrifico en la cruz pagando nuestros pecados que tenemos acceso a Dios. En gratitud vamos a querer apreciar la obra de Cristo viviendo para él.

Oración:

Señor, tu Hijo Jesucristo cumplió la ley en lugar mío y con su sacrificio en la cruz pagó por mis pecados como mi sustituto. Por esos mismos méritos, soy parte de tu pueblo elegido y me has llamado a servirte como sacerdote que confiesa tu palabra y como discípulo de tu Hijo amado. En gratitud quiero confiar sólo en sus méritos para conocerte, estar a cuentas contigo y vivir una vida santa guiado por tu ley moral, mientras anuncio la salvación gratuita esperando su venida. Amén.

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