
Meditación - 2020 mayo 06
(Lectura de la Biblia en tres años: 2 Samuel 3:6–39, Lucas 22:47–53)
LAS PIEDRAS DEL TEMPLO DE DIOS
Cristo es la piedra viva, rechazada por los seres humanos pero escogida y preciosa ante Dios. Al acercarse a él, también ustedes son como piedras vivas, con las cuales se está edificando una casa espiritual. De este modo llegan a ser un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales que Dios acepta por medio de Jesucristo.
—1 Pedro 2:4–5
¿Cuál es el significado de la metáfora que usa Pedro al llamar a Cristo «la piedra viva» y al usar la misma expresión para los creyentes?
A través de las Escrituras encontramos que Dios no está interesado en los templos materiales construidos por el hombre, tal como lo señalan Isaías, Pablo y Esteban: «El Dios que hizo el mundo y todo lo que hay en él es Señor del cielo y de la tierra. No vive en templos construidos por hombres», (Hechos 17:24 cf. 7:46–51; Isaías 66:1,2) El templo de Dios es su pueblo en el cual Cristo es la piedra angular y fundamental. El Padre ha elegido a su Hijo para ser el único Salvador que el mundo tendrá, y que solo podrán ser parte del templo celestial los que sean salvos por los méritos de Cristo. Esto fue dejado claro en muchos pasajes de la Biblia, pero especialmente en el del bautismo y la transfiguración de Jesucristo, cuando la voz del Padre dejó muy en claro que Él era el escogido y que era muy precioso ante el Padre. Solo Cristo es la piedra angular y la roca en la que el templo de Dios es edificado: «Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo.» (1 Corintios 3:11)
Sin embargo, Pedro habla de los creyentes como piedras vivas. No los llama ladrillos. Todos los ladrillos son iguales; todas las piedras son diferentes en color, textura, tamaño y forma: hay lugar para todos en el edificio de Dios. Todos los creyentes somos llamados a ser, como Cristo: el santuario de Dios donde el Espíritu Santo habite. El Espíritu Santo viene a nosotros solo en la palabra. Cuando la Palabra satura nuestros pensamientos, sentimientos y voluntad el Espíritu habita en nosotros. Resistir al Espíritu Santo es un pecado que nos hace merecedores de la ira eterna de Dios. Cristo nos salvó de la condenación al pagar con sus méritos nuestra redención. En gratitud vamos a querer llenar nuestro ser con la Palabra de Cristo. (Colosenses 3:16,17; Efesios 5:18–20)
Oración:
Ven Espíritu Santo, llena con la Palabra los corazones de tus fieles, y enciende en ellos el fuego de tu amor. Oh Dios, que impartiste conocimiento a los corazones de tus fieles enviándoles la luz de tu Espíritu Santo: Haz que el mismo Espíritu nos conceda un juicio recto en todas las cosas y nos dé el gozo de su santo consuelo; por Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor, piedra viva y fundamental, que vive y reina contigo y con el Espíritu Santo, siempre un solo Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
Meditación - 2020 mayo 06
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