
Meditación - 2020 marzo 29
Meditación - 2020 marzo 29
CASTILLO FUERTE ES NUESTRO DIOS, DEFENSA Y BUEN ESCUDO
Dios es nuestro amparo y nuestra fortaleza, nuestra ayuda segura en momentos de angustia. Por eso, no temeremos, aunque se desmorone la tierra las montañas se hundan en el fondo del mar; aunque rujan y se encrespen sus aguas, y ante su furia retiemblen los montes.
—Salmos 46:1–3
El Reformador Martín Lutero en su celo por defender la verdad de la Biblia escribió contra la falsa enseñanza de la salvación ganada con nuestras buenas obras. El emperador Carlos V y las autoridades religiosas de su tiempo lo convocaron para que dé cuenta de su postura y conminado a retractarse de sus escritos. Él aceptó hacerlo si se le demostraba con las Santas Escrituras cuáles serían sus errores. Como no pudieron hacerlo lo dejaron libre. Pero el emperador lo puso bajo interdicto. Eso significaba que cualquiera podía matar a Lutero y no sería culpable de ningún delito. Pero Lutero murió de viejo. Él experimentó diariamente la mano protectora del Señor en su vida. En gratitud escribió el famoso himno de la Reforma «CASTILLO FUERTE ES NUESTRO DIOS». La letra de este himno está basada en las Palabras del salmo 46. Los cristianos suecos lo cantaban frente a las tropas invasoras nazis como testimonio de que Hitler no los subyugaría.
Detrás de muchos de los males que angustian al ser humano está el acérrimo enemigo del hombre y de la iglesia: Satanás. Jesús enseñó a orar pidiendo ser liberados de los males que causa el diablo y tenemos la seguridad de que el Señor concede respuesta favorable a su pueblo. Sin embargo hay muchas tragedias que han de suceder al acercarse la venida del Señor. Estas nos recuerdan que Jesucristo retorna y que el fin de los impíos no es nada comparado con tales tragedias. Cristo exhorta a su pueblo: «Cuando comiencen a suceder estas cosas, cobren ánimo y levanten la cabeza, porque se acerca su redención.» (Lucas 21:28). Dios quiere que miremos los terremotos, maremotos, guerras y pestes como señal de su venida y de que el gozo eterno está cerca. Quiere que confiemos en que él nos está cuidando aun en medio de la más terrible tormenta.
Oración:
Señor, no soy digno de todas las misericordias que me has concedido. Pero, gracias a los méritos de Cristo, estás a mi lado, para aliviarme; guardarme, y abrazarme con tus brazos protectores. Concede que tu palabra, que he oído y aprendido, brote en mí como una semilla santa, y que sus frutos se perciban en mi vida, como devoción y temor a Dios, al renunciar al mundo y estar consagrado a ti. Solo tú eres mi protección contra la aflicción y los dardos de fuego de Satanás. Eres la fortaleza de mi vida; ¿de quién he de atemorizarme? Protégeme a mí y a los míos de los incendios, las inundaciones, de todo infortunio, y permite que los que estén en dolor, enfermedad, o a punto de morir gocen de tu gracia. En gratitud, publicaré tu bondad, que sólo tú nos has manifestado en cuerpo y alma. Amén.
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