
Meditación - 2020 marzo 28
Meditación - 2020 marzo 28
(Lectura de la Biblia en tres años: 1 Samuel 2:1–11, Lucas 16:1–6)
LA COPA DE SALVACIÓN
¿Cómo puedo pagarle al Señor
por tanta bondad que me ha mostrado?
¡Tan sólo brindando con la copa de salvación
e invocando el nombre del Señor!
—Salmos 116:12–13
¿Se ha preguntado alguna vez a qué se refería el salmista con brindar «con la copa de salvación»?
En la tradición judía el Salmo 116 forma parte de una colección de Salmos (113 al 118) llamada Hallel, usados en las grandes festividades, para ser cantados juntos. Por tanto, es posible que la copa de salvación se refiera a una copa usada en la pascua: «En la víspera de pascua, cuando se avecina el tiempo de Minjá (sacrificio vespertino), nadie debe comer hasta que no anochezca. Incluso el más pobre de Israel no comerá mientras no esté reclinado en la mesa, y no tendrá menos de cuatro copas de vino, aunque sea de los de la olla popular» (Mishná, capítulo 10, Masejet Pesajim). Por el relato de los evangelios es fácil notar que la Santa Cena fue instituida cuando era el turno de la tercera copa conocida como la «copa de la redención». Jesucristo no tomó la cuarta copa pues la bebería en la cruz (Lucas 22:17-20, 41-42). Jesucristo, como nuestro sustituto, obedeció perfectamente la voluntad de Dios en lugar nuestro. Él no era culpable de pecado y por tanto no le correspondía morir. Pero optó padecer el castigo que merecíamos por nuestro pecado. Por esos méritos suyos podemos ser salvos. No podemos pagar a Dios por lo que hizo por nosotros. Pero, en gratitud, podemos celebrarlo y proclamar nuestro aprecio por la salvación de Dios.
La copa de salvación es el regalo de Dios para nosotros. Levantar la copa, es nuestra celebración y proclamación del regalo de Dios. La celebración de la Santa Cena incluye la conmemoración y la proclamación de la obra de Cristo para nuestra salvación. Es más, toda nuestra adoración pública tiene ese propósito. Cada acto de adoración pública es una confesión visible que proclama la gratitud por todo lo que Dios ha hecho por nosotros.
Oración:
Te alabo y doy gracias, Señor, porque en el madero de la cruz diste tu vida justa para nuestra salvación. Porque eres el verdadero cordero pascual que fue inmolado por nosotros y que quitó el pecado del mundo, con tu muerte has destruido la muerte y por su resurrección nos has devuelto la vida eterna. Amén.
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