Meditación - 2020 marzo 15

(Lectura de la Biblia en tres años: Jueces 16:1–22, Lucas 13:6–9)

SANSÓN Y DALILA

Pasado algún tiempo, Sansón se enamoró de una mujer del valle de Sorec, que se llamaba Dalila. Los jefes de los filisteos fueron a verla y le dijeron: «Sedúcelo, para que te revele el secreto de su tremenda fuerza y cómo podemos vencerlo, de modo que lo atemos y lo tengamos sometido. Cada uno de nosotros te dará mil cien monedas de plata.»

—Jueces 16:4–5

¿Ha conocido usted a alguien destacadamente fuerte? Es sorprendente ver que algunos seres humanos han desarrollado una fuerza impresionante. Mucho tiene que ver la condición genética, la disciplina para ejercitar persistentemente y una muy buena alimentación. Sobre todo esto el ingrediente vital es el deseo mismo de ser fuerte. Nada de esto necesitó Sansón para ser el hombre más fuerte de su tiempo, pues su fuerza provenía del poder de Dios. Era fuerza sobrenatural. Sin embargo, Sansón tenía una debilidad. ¿Fue realmente su cabello?

Según la Biblia, Dios eligió a Sansón para ser nazareo desde su nacimiento. Un nazareo es alguien que tenía una consagración especial a Dios y por tanto no debía ingerir bebidas alcohólicas, tampoco debía cortar su pelo, ni tocar cadáveres (Jueces 13:4; Números 6:1–5). Sansón no apreció su llamado y no solo tocó un león muerto, sino que yendo más allá, se empecinó en tomar una esposa pagana. Sansón fue testarudo e indisciplinado, y se comportaba de una forma impura, rebelde y equivocada. No tenía aprecio por la palabra de Dios (Jueces 14:3,7). El conocido refrán «Quien mal anda, mal acaba» podría muy bien aplicarse a Sansón. En la última parte de su vida Sansón se enamoró de Dalila. Ella era una mujer que amaba más el dinero que a Sansón. Sansón amaba más sus pasiones que al Señor. Los filisteos, pudieron capturar a Sansón cuando él reveló a Dalila en secreto de su fuerza sobrenatural. Inmediatamente le arrancaron los ojos y le obligaron a mover una piedra de molino.

El último día de su vida Sansón clamó a Dios y entregó su alma al Señor para cumplir el propósito para el que había nacido. Aunque Sansón se equivocó y pecó toda su vida, en su muerte fue salvo por la fe en los méritos del Cordero de Dios. Hay oportunidad de conocer el perdón de Dios hasta el último día de nuestras vidas pues: «él quiere que todos sean salvos y lleguen a conocer la verdad.» (1 Timoteo 2:4). Cristo hizo lo todo para salvarnos. En gratitud vamos a querer apreciar su palabra y sus méritos no esperando nuestro último día para clamar a él, sino que vamos a querer hacerlo lo más antes posible.

Oración:

Señor, te doy gracias por Jesucristo, pues por sus méritos tengo tu perdón y el privilegio de servirte aunque soy imperfecto. Concédeme por tu gracia amar de modo que te honre en gratitud a tu amor incondicional. Amén.

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