
Meditación - 2020 marzo 14
Meditación - 2020 marzo 14
(Lectura de la Biblia en tres años: Jueces 15, Lucas 12:57–13:5)
LA PEOR CEGUEDAD: TENER LA VISTA Y NO VER
Entonces Jesús dijo:
—Yo he venido a este mundo para juzgarlo, para que los ciegos vean, y los que ven se queden ciegos.
—Juan 9:39
El himno cristiano «Sublime Gracia» es uno de los más conocidos a nivel mundial. Sin embargo, es bastante lamentable que muchos de quienes lo han escuchado no se hayan beneficiado de su mensaje. ¿Cuál es la razón?
En su primera estrofa la letra dice así:
Sublime Gracia del Señor,
Que a un infeliz salvó;
Fui ciego mas hoy miro yo,
Perdido y Él me halló.
En la tercera y penúltima línea el autor de la letra afirma: «Fui ciego mas hoy miro yo». Esta frase alude al texto de la meditación de hoy. Es verdad que Juan habla del caso de un ciego que fue sanado por Jesucristo. Sin embargo, el Señor quiere enfatizar, no en lo malo de la ceguera física sino en lo calamitoso de la ceguera espiritual. Tal como lo implica el himno, todos los seres humanos nacemos espiritualmente ciegos. Eso significa que somos incapaces de ver nuestra lamentable situación frente a Dios: Nacemos pecadores, pues hemos heredado de Adán una naturaleza pecaminosa que no solo nos impulsa a desobedecer y rebelarnos contra Dios, también nos hace aborrecibles ante su presencia. Esa naturaleza ofende por sí misma al Señor y nos constituye en merecedores de toda la ira de Dios. Sin embargo, nuestro orgullo pecaminoso adormece nuestra conciencia de modo que no podemos percibir lo terrible de nuestra maldad natural. Creemos que somos muy buenos, o no tan malos como otros. Así pensaban los fariseos a quienes Jesús llama ciegos. Nosotros también somos ciegos mientras no entramos en conciencia que todo lo bueno que hacemos es, delante de Dios, como un trapo inmundo: que solo merecemos su eterna ira, no su aprobación (Isaías 64:6). Solo entonces, nuestros ojos pueden ser abiertos para ver que es solamente por los méritos de Cristo que podemos estar bien con Dios, no por los nuestros.
Oración:
Señor, tú eres santo y justo, yo solo soy un pecador tan merecedor de toda tu ira que sin tu gracia no puedo ser salvo. Pero en mi viejo Adán también yo resisto tu gracia y por eso mismo estoy en peligro de que mi fe se debilite. Por el poder del evangelio que viene a mí por tus medios de gracia fortaléceme y guárdame en la verdadera fe para la vida eterna. Amén.
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