
Meditación - 2020 marzo 13
Meditación - 2020 marzo 13
(Lectura de la Biblia en tres años: Jueces 14, Lucas 12:49–56)
NO SEAMOS CÓMPLICES DE LA MALDAD
No tengan nada que ver con las obras infructuosas de la oscuridad, sino más bien denúncienlas, porque da vergüenza aun mencionar lo que los desobedientes hacen en secreto.
—Efesios 5:11–12
¿Por qué permite Dios tanta maldad en el mundo? Muchos sean hecho esta pregunta y ellos mismos se han respondido de muchas maneras. ¿Qué dice la Biblia al respecto?
La Palabra de Dios, es decir, la Santa Biblia, claramente enseña que Dios odia tanto la maldad: el pecado; como también al pecador: el que hace la maldad (Proverbios 6:16–19; Salmos 7:11; 11:5). Advierte que el destino final de los culpables de obrar la maldad será sufrir el fuego eterno del castigo en el infierno por los siglos de los siglos. Pero Dios no preparó el infierno para el diablo y sus ángeles, no para los seres humanos, pero los que van allá es porque pertenecen a Satanás. Todos los seres humanos nacemos malvados, pues heredamos de Adán la naturaleza pecadora que llamamos pecado original (Salmo 51:5). Esa naturaleza pecaminosa es el motor que nos mueve a pecar (Romanos 7:14–15,18–19). Dios no quiere que vayamos al infierno. Por eso envió a su Hijo para darnos la salvación y redimirnos del pecado. Él obedeció perfectamente la voluntad de Dios, fue perfectamente bueno y sufrió en la cruz el castigo por nuestro pecado: lo hizo como nuestro sustituto para que sus méritos nos sean atribuidos gratuitamente. En su misericordia el permite que el hombre malvado viva un tiempo de gracia a fin de que tenga la oportunidad de conocer la salvación. Si no fuera así, nosotros no seriamos salvos. Dios nos tuvo paciencia, pues aunque no lo creamos, somos tan pecadores como todos los demás (1 Timoteo 2:4; 2 Pedro 3:9). Pero, por causa del pecado, no nos damos cuenta de cuán pecadores somos o cuán malo es lo que hacemos hasta que somos confrontados con la ley moral del Señor. Por esto callar frente a la maldad es ser cómplices y ayudar a que la maldad siga dañando. Somos llamados a denunciar el pecado y llamarlo por su nombre, advirtiendo la consecuencia eterna a fin de que los que escuchen consideren su terrible destino. Si se aterrorizan, podremos anunciarles las buenas noticias. En gratitud a la gracia del Señor a favor de nosotros vamos a querer hacerlo.
Oración:
Señor, hay muchas cosas que por el momento no podemos conocer. Pero lo más importante ya lo sabemos gracias a tu amor y misericordia: somos salvos por los méritos de y tu Hijo y no por los nuestros. Concédeme, Señor, el querer mantener mi mirada en ti y en tu obra redentora, de manera que en mí haya tal gratitud que me mueva a compartir el evangelio a los demás. Guárdame de hacerme cómplice de la maldad. Abre mis labios para hablar la verdad de tu palabra con denuedo, convicción y firmeza. Amén.
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