
Meditación - 2020 marzo 12
Meditación - 2020 marzo 12
(Lectura de la Biblia en tres años: Jueces 13, Lucas 12:41–48)
ANTE DIOS NADIE PUEDE ALEGAR INOCENCIA.
Escucha, SEÑOR, mi oración;
atiende a mi súplica.
Por tu fidelidad y tu justicia,
respóndeme.
No lleves a juicio a tu siervo,
pues ante ti nadie puede alegar inocencia.
—Salmo 143:1–2
¿Cuál es la edad de la inocencia? Algunos afirman que los seres humanos nacen naturalmente buenos y que son inocentes hasta cuando legan a la edad de la razón. En base a esto concluyen que Dios no los considera culpables de pecado. Otros piensan que es el entorno social lo que corrompe al ser humano y que, por tanto, la sociedad es la culpable de la maldad. Sin embargo la Biblia enseña todo lo contrario, y tal como consta en el texto de la meditación de hoy, delante de Dios «nadie puede alegar inocencia» ¿Cómo así?
Hay una gran diversidad de ideales. Unos quieren construir familias sólidas y otros asumen la tarea de establecer grandes entidades. El ideal corresponde a la suma de creencias y valores de alguien. Cuando Cristo llamó a sus discípulos para que lo siguieran los estaba desafiando a cumplir el ideal de Dios para ellos: ser pescadores de hombres. Este ideal no solo implica vivir tratando de ganar seguidores para Cristo. Más bien es un llamado a vivir en libertad espiritual disfrutando el perdón divino gratuitamente. Dios nos llama a vivir una vida en gracia. Cada cristiano que comprende esto, naturalmente, quiere ser pescador de hombres y confesar a Cristo; pues sabe que no se trata de convencer a ninguno mediante argumentos sutiles sino de anunciar el evangelio cuyo poder es capaz de convertir el alma. Dios nos manda predicar su palabra, pero por causa del pecado no podemos obedecerle perfectamente. Cristo predicó y ganó discípulos perfectamente en lugar de nosotros y padeció el castigo que merecemos por este pecado. En gratitud vamos a querer ser pescadores de hombres y con gusto anunciar su palabra como discípulos y sacerdotes del nuevo pacto.
Oración:
Señor, tu Hijo Jesucristo cumplió la ley en lugar mío y con su sacrificio en la cruz pagó por mis pecados como mi sustituto. Por esos mismos méritos, soy parte de tu pueblo elegido y me has llamado a servirte como sacerdote que confiesa tu palabra y como discípulo de tu Hijo amado. En gratitud quiero confiar sólo en sus méritos para estar a cuentas contigo y vivir una vida santa guiado por tu ley moral, mientras anuncio la salvación gratuita esperando tu venida. Amén.
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