
Meditación - 2020 marzo 07
Meditación - 2020 marzo 07
(Lectura de la Biblia en tres años: Jueces 9:25–40, Lucas 12:4–12)
NO SEAN PEREZOSOS
Nunca dejen de ser diligentes; antes bien, sirvan al Señor con el fervor que da el Espíritu.
—Romanos 12:11
¿Para qué usted trabaja? La gran mayoría de los seres humanos trabajan para conseguir el sustento diario para sí mismos y para su familia. Quienes disfrutan de ejercer actividades bien remuneradas lo hacen, también, para conseguir sus anhelos. También están quienes lo hacen solo para acumular bienes que realmente no necesitan (Génesis 3:19; Eclesiastés 1:13; 2:11,17). Puesto que Dios asegura que él tiene cuidado de su pueblo ¿para qué trabajan los creyentes?
El Señor asegura que el suministra a su pueblo todo lo que ellos necesitan (Deuteronomio 8:17,18; Salmo 34:9,10; Mateo 6:25–33). Por tanto, los creyentes no trabajamos para conseguir lo que necesitemos o anhelemos. Confiadamente presentamos nuestros requerimientos al Padre, quien en su sabiduría, nos concede lo mejor para nosotros (Filipenses 4:6; Salmos 37:4,5). Sin embargo la Biblia nos manda trabajar diligentemente: «Trabajen con mucho ánimo, y no sean perezosos. Trabajen para Dios con mucho entusiasmo.» (Traducción en lenguaje actual – TLA) Los cristianos perezosos no sirven a Dios. Dios quiere que cada creyente trabaje para servirle a él: Quiere que el creyente que recoge la basura de la ciudad no lo haga para ganarse el sustento, sino para servir a Dios. El Señor quiere que el creyente médico no trabaje solo para cumplir su promesa profesional sino en servicio fiel a Dios, convencido que es Él quien le llama a esa vocación (Colosenses 3:23,24). Del mismo modo, Dios quiere que seamos administradores fieles de sus bendiciones: que el dinero, que recibimos por nuestros trabajos o por regalos, sea usado en pagar las obligaciones diarias y los impuestos, apartando, previamente, la parte que consagramos a la ofrenda y la limosna. Él quiere que hagamos esto con gusto y alegría, conscientes de la bendición divina (1 Corintios 4:2; 1 Timoteo 5:8; Romanos 13:6,7; 2 Corintios 9:7; 1 Juan 3:17). Sin embargo no lo hacemos con la perfección que el Señor exige, y en ocasiones ni siquiera lo hacemos. Por ese pecado somos merecedores de toda la ira de Dios. Pero Jesucristo nos salvó de la ira siendo nuestro sustituto al obedecer perfectamente la voluntad de Dios como administrador fiel (2 Corintios 8:9) y al sufrir, en la cruz el castigo que merecemos. En gratitud vamos a querer ser administradores fieles y trabajadores diligentes en el reino de nuestro Señor.
Oración:
Señor, te doy gracias por todas tus bendiciones con las que misericordiosamente me sostienes. Te suplico que bendigas los frutos de la tierra para que a su tiempo podamos gozar de ellos y des prosperidad a todos cuantos se ocupan en algo útil en tierra, aire o mar, a los que se consagran a las bellas artes o a la enseñanza, y que los colmes de tus bendiciones. Amén.
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