
(Lectura de la Biblia en tres años: 1 Reyes 15:9–32, Juan 6:60–64)
LAS PALABRAS DE CRISTO SON ESPÍRITU Y SON VIDA
El Espíritu da vida; la carne no vale para nada. Las palabras que les he hablado son espíritu y son vida.
—Juan 6:63
En el cuento de Alí Baba y los 40 ladrones se dice que ellos escondían su botín en una caverna que se cerraba automáticamente con tan solo pronunciar la palabra clave: «abracadabra». Hoy es muy común abrir archivos, artefactos, dispositivos electrónicos usando una palabra clave. Sin embargo, somos consientes que el poder de hacerlo no reside en la misma palabra sino en el mecanismo de aquello que deseamos abrir. Las palabras del ser humano no tienen el poder de producir movimiento en lo material. Pero las palabras de Dios lo tienen ¿Cómo así?
Puesto que Dios es todopoderoso su palabra también lo es. Cuando él creaba las cosas que existen en el universo, Él dio la orden de que exista la luz e inmediatamente la luz comenzó a existir. Como está escrito: «Por la palabra del SEÑOR fueron creados los cielos» (Salmo 33:6). «Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve.» (Hebreos 11:3). Solo Dios tiene ese poder. Jesucristo, en el texto de la meditación para hoy, afirma: «Las palabras que les he hablado son espíritu y son vida.». Con ello no solo nos dice lo poderosas que son sus palabras, sino también que Él es Dios. Solo las palabras de Dios son vida. Es la palabra de Cristo la que sanó al paralítico y resucitó a Lázaro con tan sola una orden. La palabra de Cristo tiene poder: «Ciertamente, la palabra de Dios es viva y poderosa, y más cortante que cualquier espada de dos filos. Penetra hasta lo más profundo del alma y del espíritu, hasta la médula de los huesos, y juzga los pensamientos y las intenciones del corazón.» (Hebreos 4:12). Es la misma palabra de Cristo que instituyó el bautismo y la cena del Señor la que nos otorga el perdón de pecados que ganó para nosotros con su obra redentora. En gratitud vamos a querer alimentarnos de esa palabra.
Aunque todas esas señales fueron impresionantes, no lo son tanto como el cambio que el Espíritu Santo obró en los tres mil bautizados pues los cambió de incrédulos a creyentes por el poder del evangelio. Hoy el Espíritu Santo sigue obrando ese milagro cada vez que el evangelio puro es predicado. En celosa gratitud a la salvación vamos a querer hablar de Cristo con todo el que necesite ser salvo.
Oracion:
Padre celestial, concédeme, el querer mantener mi mirada en ti y en tu obra redentora, de manera que en mí haya tal gratitud que me mueva a compartir el evangelio a los demás para que esa palabra poderosa continúe impartiendo vida, fe, perdón y paz en este mundo donde todavía hay mucha oscuridad. Amén.
Meditación - 2020 junio 29
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