
(Lectura de la Biblia en tres años: 1 Reyes 7:23–51, Juan 5:1–8)
LA FUENTE Y LAS CALABAZAS
Hizo también una fuente circular de metal fundido, que medía cuatro metros y medio de diámetro y dos metros con veinticinco centímetros de alto. Su circunferencia, medida a cordel, era de trece metros y medio. Debajo del borde hizo dos hileras de figuras de calabazas, diez por cada medio metro, las cuales estaban fundidas en una sola pieza con la fuente.
—1 Reyes 7:23–24
Un hombre llamado Hiram fue el encargado de fabricar la fuente circular que describe el texto de la meditación de hoy. Esta fuente tenía la capacidad de contener unos 44 mil litros de agua, más que una fuente parece una piscina. En el texto hebreo original se la llama mar. ¿Cuál es el propósito de esta fuente?
Respecto a lo escrito en el Antiguo Testamento el apóstol Pablo nos dice: «De hecho, todo lo que se escribió en el pasado se escribió para enseñarnos, a fin de que, alentados por las Escrituras, perseveremos en mantener nuestra esperanza.» (Romanos 15:4). Entonces, ¿cuál es la enseñanza de esta porción bíblica? Dios mandó a Moisés la construcción de una fuente para que los sacerdotes se bañen ritualmente antes de ingresar al tabernáculo del desierto. Cuando Salomón emprendió la construcción del templo en Jerusalén lo hizo acorde al tabernáculo por lo que la fuente original es descrita en el libro de Éxodo (30:18-21; 38:8) Con esta fuente y el baño ceremonial, el Señor ilustra la necesidad de estar limpios ante su presencia. Ningún sacerdote podía ministrar sin haberse purificado. Nosotros también necesitamos ser limpiados. Gracias a la sangre de Cristo hemos sido limpiados pero esa limpieza nos es aplicada gratuitamente solo por medio del evangelio presente en la predicación y en los sacramentos del bautizo y la santa cena. En gratitud por la obra redentora efectuada por Cristo al obedecer perfectamente la voluntad de Dios en lugar nuestro y al morir en la cruz pagando nuestro pecado, vamos a querer apreciar el evangelio y ser limpiados por él.
Oracion:
Señor, confieso que por mi propia razón o elección no puedo arrepentirme, creer en Jesucristo, mi Señor, ni acercarme a él. Sino que el Espíritu Santo me ha llamado mediante el evangelio, me ha iluminado con sus dones, me ha santificado y guardado en la fe verdadera. Gracias te doy por ello, pues mi salvación no depende de mí sino de ti. Amén.
Meditación - 2020 junio 15
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