
(Lectura de la Biblia en tres años: 1 Reyes 6:1–18, Juan 4:32–42)
JAMÁS LOS CONOCÍ.
No todo el que me dice: “Señor, Señor”, entrará en el reino de los cielos, sino sólo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo. Muchos me dirán en aquel día: “Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios e hicimos muchos milagros?” Entonces les diré claramente: “Jamás los conocí. ¡Aléjense de mí, hacedores de maldad!”
—Mateo 7:21–23
El Evangelio según San Mateo en sus primeros capítulos registra el Sermón del monte (5-7). En la conclusión del sermón Jesucristo advierte sobre el peligro de los falsos profetas, lobos disfrazados de ovejas. Al inicio de su última semana antes de ser crucificado, el Señor vuelve a advertir a sus discípulos de este peligro ¿Cuál es la razón de tal insistencia?
Cuando nos tratan de engañar con un falso billete o un falso producto enfrentamos el peligro de perder nuestro dinero. El peligro es mayor si lo falsificado es un artefacto médico o de alta tecnología por el posible daño que este pueda causar. Las falsificaciones en el campo espiritual pueden tener repercusiones eternas. Es por eso que la Biblia tiene muchas advertencias que nos instan a ejercer mucho cuidado para no aceptar las enseñanzas de los falsos siervos de Dios.
Los falsos profetas con su falsa doctrina conducen a las personas a través de la puerta ancha y por el camino ancho que lleva a la destrucción eterna; por eso Jesús dice que tengamos cuidado con ellos. Eso significa que debemos reconocerlos y evitar que nos lleven por el mal camino. No es fácil reconocerlos a primera vista, porque vienen vestidos de ovejas. Parecen inofensivos, cordiales y perfectamente sinceros. Inclusive pueden estar convencidos por completo de que lo que proclaman es la verdad de Dios tomada de las Sagradas Escrituras o de haberla recibido como revelación especial del Señor aparte de la Biblia.
También los hay aquellos que deliberadamente son mentirosos y engañadores, que son conscientes de que no son honestos con sus oyentes, y que están interesados sólo en ganancias y enriquecimiento personal aprovechando la ingenuidad de sus seguidores. A todos ellos, sin embargo, el Señor los llama «lobos rapaces» y «hacedores de maldad». ¿Por qué? Porque con sus melosas palabras y promesas llevan a la perdición a la gente por la cual Cristo pagó un alto precio para salvarlas. El Señor nos advierte que los engañadores incluso alegaran tener el poder de ejecutar milagros en nombre de Cristo.
Oracion:
Aunque soy merecedor de tu justa ira y tu castigo, te suplico Señor, que perdones mi pecado y mis muchas rebeliones. Defiéndenos de todo mal y peligro, en nuestro cuerpo y en nuestra alma. Líbranos de doctrinas falsas y perniciosas y concédenos poder discernir la verdad del engaño. Amén.
Meditación - 2020 junio 12
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