
(Lectura de la Biblia en tres años: 2 Samuel 23:8–39, Juan 2:23–25)
DURANTE LA PASCUA MUCHOS LLEGARON A CREER EN CRISTO
Mientras estaba en Jerusalén, durante la fiesta de la Pascua, muchos creyeron en su nombre al ver las señales que hacía.
—Juan 2:23
«Las apariencias engañan» reza un antiguo refrán. Juan nos dice que durante una fiesta de Pascua mucha gente creyó en el nombre de Jesús al ver las señales que él hacía. Sin embargo, más adelante, Juan aclara que «En cambio Jesús no les creía porque los conocía a todos; no necesitaba que nadie le informara nada acerca de los demás, pues él conocía el interior del ser humano.» (Juan 2:24-25). No todos los que afirmaban creer en Cristo eran verdaderos creyentes. Incluso, uno de los doce, Judas, era un traidor disfrazado de creyente.
Hoy también sucede lo mismo. Las iglesias cuentan con un enorme número de miembros que confiesan ser cristianos pero solo Dios sabe quiénes en realidad creen en Él. Solo Dios conoce el corazón del hombre (Jeremías 17:9,10) Nosotros no podemos juzgar si alguien cree de corazón o solo de labios para afuera. Pero sí podemos ver la conducta y el fruto de arrepentimiento. Mientras una persona confiesa que cree en Jesucristo para salvación sencillamente creemos en su confesión y lo aceptamos como miembro de la iglesia. Solo cuando hay evidencia clara de falta de arrepentimiento la declaramos no creyente. Por otra parte, a quiénes evidencian haberse apartado de la pura doctrina dejamos de llamarle hermano en la fe con la esperanza de llevarlo a reconocer su error.
¿Qué de nosotros mismos? El apóstol Pablo escribió: «Examínense para ver si están en la fe; pruébense a sí mismos.» (2 Corintios 13:5a) Puesto que Cristo vino para salvarnos aún cuando no lo merecíamos, en gratitud vamos a querer someter a prueba nuestra fe y creencia preguntándonos ¿Por qué soy cristiano? ¿Mi confianza para salvación está basada en algo que yo hice o en lo que Dios hizo por mí?
Oracion:
Señor confieso que por mis propios méritos y buenas obras no puedo ser declarado justo, sino que Jesucristo, verdadero Dios, engendrado del Padre en la eternidad, y también verdadero hombre, nacido de la virgen María, es mi Señor y me ha redimido a mí, criatura perdida y condenada, me ha rescatado y librado de todos los pecados, de la muerte y del poder del diablo, no con oro ni con plata, sino con su santa y preciosa sangre y con su inocente pasión y muerte. Y todo esto lo hizo para que yo sea suyo y viva bajo él en su reino y le sirva en justicia, inocencia y bienaventuranza eternas, así como él, resucitado de entre los muertos, vive y reina eternamente. Solo Cristo es mi justicia. Esto es ciertamente la verdad. Gracias te doy por ello. Amén.
Meditación - 2020 junio 02
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