
Meditación - 2020 febrero 24
Meditación - 2020 febrero 24
(Lectura de la Biblia en tres años: Jueces 1:1–21, Lucas 10:13–16)
TEMAMOS AL SEÑOR
Si tú, Señor, tomaras en cuenta los pecados, ¿quién, Señor, sería declarado inocente?
Pero en ti se halla perdón, y por eso debes ser temido.
—Salmo 130:3–4
¿Alguna vez ha sentido que pronto llegará al fondo del abismo? Hay ocasiones que todo puede verse muy oscuro y no hay ninguna esperanza de mejorar. Un panorama tan desolado puede sentirse como se sintió el autor del salmo 130, en un profundo abismo.
El salmo 130 es conocido como «De Profundis», por la traducción latina de su primera frase: «De lo profundo». Así el salmista expresó su sentimiento de desolación. Había llegado al fondo y es desde este fondo que él habla. Tal vez podríamos pensar que se refería la profundidad de las tribulaciones y de la adversidad. Pero puesto que no hace ninguna referencia a la enfermedad ni a persecución, entonces «lo profundo» son las profundidades del pecado. El salmista es consciente de que su pecado lo ha apartado de Dios; su culpa lo ha hundido en el dolor y en la desesperación. Él sabe que ni la autoayuda ni los pensamientos positivos sirven para salir de esas profundidades. Sin embargo sabe que para solucionar un gran problema, el primer paso es admitir que existe tal problema. Negar que la existencia de un problema o querer desentendernos del mismo no ayuda a nada y mucho menos a salir de lo profundo. El salmista lo sabe y va más allá. Acude a Dios en la certeza de que en él hay misericordia y perdón. Pero no se basa en la falsa idea de que Dios «hace la vista gorda». Por el contario, al final del Salmo, confiesa que el Señor da perdón en base a la redención.
Dios conoce perfectamente todos nuestros pecados. También sabe que ninguno puede pagar su redención. Por eso no nos los cobra a nosotros. Cristo pagó la redención por nosotros, como está escrito: «Esta justicia de Dios llega, mediante la fe en Jesucristo, a todos los que creen. De hecho, no hay distinción, pues todos han pecado y están privados de la gloria de Dios, pero por su gracia son justificados gratuitamente mediante la redención que Cristo Jesús efectuó». (Romanos 3:22-24). Gracias a Cristo hemos sido perdonados. En gratitud, del corazón fluye el temor reverente que no es de pavor y terror, sino de amor y honor por el Dios que nos ha perdonado.
Oración:
Misericordioso Dios, Te alabo y doy gracias por todas conmiseraciones las y bondades que has manifestado hacia mí. Acepta, te suplico, mi ofrenda de adoración, alabanza y acción de gracias. Dame tal comprensión de tu misericordia, que mi corazón sienta verdadera gratitud hacia Ti, y que glorifique tu santo nombre no solamente con mis labios sino también con mi vida. Amén.
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