
Meditación - 2020 febrero 22
Meditación - 2020 febrero 22
(Lectura de la Biblia en tres años: Josué 23, Lucas 9:57–62)
¡NO ES ASÍ!
En realidad, le resulta más fácil a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de Dios.
—Lucas 18:25
¿Alguna vez alguien le dijo que lo que ha leído en la Biblia no es como está escrito? A mí sí. Me han dicho que la Biblia está cambiada, que le faltan libros y que está muy mal traducida. ¿Cuánto de verdad tienen tales afirmaciones? ¿Qué está detrás de ellas?
Un ejemplo de tales cuestionamientos alega que este texto de Lucas está mal traducido y mal entendido. Dicen que la palabra griega «kámelos», traducida «camello» ha debido ser originalmente «kámilos» que significa «soga» y que algún copista la cambio por accidente o intencionalmente. También, que cuando Jesucristo usó la expresión «el ojo de una aguja» no se refería a una aguja literal sino a una puerta que habría existido en aquel tiempo, por la que los camellos tenían dificultad de pasar. ¿Es posible que tengan razón? ¡De ninguna manera! Primero porque no hay ninguna evidencia de lo que afirman. No se ha encontrado ni un solo manuscrito del Nuevo Testamento en griego original que confirme tal suposición. Como tampoco hay evidencia histórica, ni arqueológica de la existencia de tal puerta. Es más, la palabra griega «belónē» que Lucas emplea para aguja es la se emplea para referirse a una aguja quirúrgica literal.
La razón detrás de esos cuestionamientos es la de atenuar la dureza de la ilustración de Cristo. Pero Cristo quiso decir que era imposible que un rico se salve a sí mismo (Salmos 49:6–8). En aquél tiempo el judaísmo creía que ser rico era señal de estar bien con Dios. Cristo busca abrirles los ojos. Lo hace usando la figura literaria de la hipérbole, muy común en el lenguaje de aquél tiempo. El Talmud, obra literaria del judaísmo, tiene un dicho similar que menciona un elefante en lugar de un camello. Cristo predicó la ley en toda su dureza a las personas que no se habían arrepentido. Lo hizo para que puedan ser conscientes de la gravedad de su situación. Pero a quienes se sentían aterrorizados de saber su triste condición, Cristo les anunciaba las buenas noticias del perdón gratuito. Cristo predicaba la ley en toda su dureza y el evangelio en toda su dulzura. Puesto que Cristo nos salvó gratuitamente cuando lo único que merecíamos era la ira eterna, en gratitud vamos a querer predicar el evangelio en toda su dureza y el evangelio en toda su dulzura como Cristo lo hizo.
Oración:
Señor, Dame tal comprensión de todas tus misericordias, que mi corazón sienta verdadera gratitud hacia Ti, y que glorifique tu santo nombre no solamente con mis labios sino también con mi vida. Te presento, Señor, mi cuerpo y alma, mi corazón y mente, talentos y facultades en gratitud a tu amor incondicional. Amén.
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