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Meditación - 2020 febrero 06

Meditación - 2020 febrero 06

(Lectura de la Biblia en tres años: Josué 12, Lucas 7:44–8:3)

LAS MUJERES QUE PEREGRINAN CON JESÚS

Después de esto, Jesús estuvo recorriendo los pueblos y las aldeas, proclamando las buenas nuevas del reino de Dios. Lo acompañaban los doce, y también algunas mujeres que habían sido sanadas de espíritus malignos y de enfermedades: María, a la que llamaban Magdalena, y de la que habían salido siete demonios; Juana, esposa de Cuza, el administrador de Herodes; Susana y muchas más que los ayudaban con sus propios recursos.

—Lucas 8:1–3

A la primera persona que se le anunció la buena noticia del nacimiento del Mesías fue a una mujer: la virgen María. También fue una mujer a la que primero se manifestó Cristo resucitado: María Magdalena. Fue una mujer la primera samaritana que escuchó el evangelio de labios de Jesucristo. Las mujeres han sido parte importante del pueblo de Dios y siempre lo serán.

En el pasaje de la meditación de hoy Lucas nos informa que Cristo viajaba con los doce apóstoles y menciona, también, a un grupo de mujeres que peregrinaban junto con ellos. Nos da el nombre de algunas. Con ello nos muestra que Cristo también tenía discípulas (Hechos 9:36) que no solo aprendían la palabra, sino también usaban sus riquezas para apoyar el ministerio de Jesucristo.

Del total de creyentes en Cristo, la mitad son mujeres. Usualmente esperamos que ellas se ocupen en servir a Cristo con acciones piadosas como socorrer a los necesitados, interceder en oración, o realizando labores domésticas (1 Timoteo 2:9,10; Hechos 9:36, 39). Pero las mujeres de la Biblia no solo son discípulas, también son maestras del bien (para otras mujeres y para sus hijos: Tito 2:3–5; 2 Timoteo 1:5) y coherederas de la gracia (1 Pedro 3:7). A los pecadores aterrorizados por la ley, ellas dan testimonio de fe comparten y a Cristo como evangelio (Juan 4:28–29,39). Realmente son un ejército muy grande (Salmo 68:11) Aunque todo el bien que hacen las siervas del Señor no es grato a Dios por propio mérito, pues carecen de perfección, Dios lo recibe complacido cuando son hechas en gratitud a la redención que efectuó Cristo, pues sus méritos les son añadidos. En base a esto, Cristo elogió la devoción de María de Betania, la hermana de Lázaro, y aseguró que su buena obra sería tenida en memoria (Mateo 26:12–13; Proverbios 10:7; 31:29–31). En gratitud nosotros también vamos a querer apreciar el ministerio de las hermanas en la fe.

Oración:

Señor, confieso que mis buenas obras no te agradan porque son imperfectas y proceder de un pecador, pero sé que las aceptas como perfectas por causa de los méritos perfectos de tu Hijo Jesucristo. Por tus medios de gracia, te suplico afírmame en la verdadera fe para la vida eterna de tal manera que me sea posible apreciar el ministerio de mis hermanos y hermanas en la fe. Amén.

 

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