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Meditación - 2020 enero 28

Meditación - 2020 enero 28

(Lectura de la Biblia en tres años: Josué 5; Lucas 6:27–36)

EL COMANDANTE DEL EJÉRCITO DEL SEÑOR

Cierto día Josué, que acampaba cerca de Jericó, levantó la vista y vio a un hombre de pie frente a él, espada en mano. Josué se le acercó y le preguntó:
—¿Es usted de los nuestros, o del enemigo?
—¡De ninguno! —respondió—. Me presento ante ti como comandante del ejército del SEÑOR.

—Josué 5:13–14

Aunque Josué era el general del ejército de Israel, un día tuvo un encuentro con el comandante supremo, el generalísimo, del ejército de Dios. ¿Quién es este comandante? ¿Por qué se encuentra con Josué?

El general del ejército de Dios no es otro que Dios mismo (Éxodo 15:3; Salmo 24:8). El pasaje de la meditación de hoy es más fácil de comprender si es leído junto a los primeros versículos del capítulo siguiente. Este guerrero, el Verbo eterno de Dios es quien, muchos años después, asumió naturaleza humana en el vientre de la virgen María y que hoy conocemos como Jesucristo. Pero que se manifestó en forma visible en muchos pasajes del Antiguo Testamento pues «sus salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad» (Miqueas 5:2 cf. Apocalipsis 19:11–15). El Señor aparece a Josué para dejarle claro que las batallas que vienen por delante no las enfrentará como el líder del ejército de Dios, sino como un siervo al servicio de Dios mismo y que la victoria no dependerá de las capacidades militares sino del poder de Dios (Zacarías 4:6; Josué 24:12). La espada del comandante no es otra que el poder de la palabra de Dios (Apocalipsis 1:16; Hebreos 4:12; Efesios 6:17). Después de este encuentro los muros de Jericó cayeron solo por el poder de Dios. Josué y el ejército de Israel simplemente fueron los testigos del juicio de Dios sobre pueblos impenitentes, y su testimonio nos advierte del juicio de Dios que viene sobre la humanidad entera.

El Espíritu Santo, hoy, usa la espada de la palabra cada vez que esta es anunciada. Jesucristo con su palabra de ley condena el pecado y al pecador. Pero, a los desesperados de saberse condenados y que admiten ser merecedores de toda la ira de Dios, los salva con el evangelio, el poder que crea la fe en los corazones. Tal salvación solo es posible porque Cristo nos salvó al obedecer perfectamente la ley en lugar de nosotros y al recibir, en lugar nuestro, el castigo que merecemos. Hemos sido salvados por la palabra. En gratitud vamos a querer crecer por el poder de la palabra haciendo uso diligente de los medios de gracia.

Oracion:

Señor, por mi propio poder no puedo vivir en santidad perfecta y mi viejo Adán conspira resistiendo tu palabra y tu voluntad. Te doy gracias porque me das perdón mediante el poder del evangelio, y por tu Hijo Jesucristo que vino a vivir y morir para lograr la salvación. Te suplico me guardes en la verdadera fe para la vida eterna. Amén.

 

Lea el Capítulo Completo Aquí


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