Meditación - 2020 enero 27

(Lectura de la Biblia en tres años: Josué 4; Lucas 6:20–26)

LA PREGUNTA DE DIOS MISERICORDIOSO

«Pueblo mío, ¿qué te he hecho?
¡Dime en qué te he ofendido!

—Miqueas 6:3

Este nuevo día está saturado con las bendiciones de Dios: tenemos vida, aire, sol, agua, bellos paisajes solo por la misericordia de Dios. Pero es muy fácil pasarlo por alto. Especialmente cuando nos acaecen sucesos desagradables. Cuando estos son trágicos nos sentimos tentados a lamentarnos y preguntar ¿Por qué Señor? ¿Cuál es el mal que hice? ¿Le ha sucedido eso alguna vez?

El pueblo de Israel, en general, ha sido muy rebelde al Señor, aunque él siempre los buscó con lazos de amor (Romanos 10:21). Por eso Dios entró en pleito contra su pueblo y plantea la pregunta de la meditación de hoy. Esta pregunta evidencia el amor de Dios hacia un pueblo que no lo merece y a la vez nos ilustra que también quiere mostrar tal amor hacía nosotros también. No había razón para la rebelión de Israel. De igual modo, Adán y Eva habían recibido de Dios solo amor y bendiciones y aún así quebrantaron su palabra. Nos rebelamos a Dios por nuestra propia culpa pues Dios no hizo nada que nos perjudique.

La misma pregunta hoy se aplica a cada ser humano: ¿Qué te hice para que peques y elijas la maldad? La pregunta divina no busca explicaciones razonadas, pero sí quiere hacer abrir nuestros ojos para mostrarnos cuán pecadores somos y así conducirnos al arrepentimiento. El Espíritu Santo usa la ley moral (los diez mandamientos son un excelente resumen) como un espejo para mostrarnos lo pecadores que somos y cuál es la consecuencia final. En gratitud al amor de Dios manifestado en la vida ofrendada de Cristo a favor nuestro vamos a querer reconocer y confesar que lo único que realmente merecemos es el castigo eterno y que solo gracias a Cristo alcanzamos la salvación.

Oración:

Señor Jesucristo, solo gracias a ti no estoy sufriendo la condenación eterna que justamente merezco por mi pecado. Reconozco que por mi propio poder no soy capaz de honrar tu nombre. Te suplico hagas de mi un siervo fiel y agradecido. Amén.

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