
Meditación - 2021 enero 23
Meditación - 2021 enero 23
(Lectura de la Biblia en tres años: Job 38:1–20, Hechos 27:13–20)
DIOS TRANSFORMA NUESTRO CORAZÓN
“Les daré un nuevo corazón, y les infundiré un espíritu nuevo; les quitaré ese corazón de piedra que ahora tienen, y les pondré un corazón de carne. Infundiré mi Espíritu en ustedes, y haré que sigan mis preceptos y obedezcan mis leyes. Vivirán en la tierra que les di a sus antepasados, y ustedes serán mi pueblo y yo seré su Dios.”
Ezequiel 36, 26-28
La obra del Espíritu Santo es la más maravillosa que pueda acontecer en nuestra vida. Nosotros nacemos en un estado de pecado total. Eso hace que nuestros deseos siempre sean egoístas y solo busquen satisfacer deseos que van en contra de los mandamientos de Dios. Cuando alguien trata de hablarnos, en este estado de pecado, acerca del mensaje de Jesús, tendemos a rechazarlo y verlo como un mensaje lleno de sin sentido. Es tan duro como una piedra que no acepta escuchar la Palabra de Dios. No quiere nada que ver con Dios ni con sus mandamientos. Sólo limitan la diversión y el placer. ¿Quién cambiaría una vida llena de "felicidad" y de satisfacción por una con aburridos valores morales que no hacen sino prohibir lo que hace que nos sintamos contentos?
Pero llega un momento en que el mensaje del evangelio va dando sus frutos. Comenzamos a escuchar atentamente lo que el Señor nos tiene que decir: "Los amo tanto que entregué la vida de mi propio Hijo. Él obedeció mis mandamientos, los que ustedes rechazan y se niegan a cumplir. Y fue castigado con la muerte en el madero, un castigo que deberíamos haber padecido nosotros. Ahora ha resucitado para mostrarles que puedan ver que, si confían en Él, podrán tener la vida eterna. Solo tengan fe en Él."
Este mensaje hace que el Espíritu de Dios quite ese corazón de piedra y ponga uno nuevo. Uno de carne que ahora está dispuesto a escuchar y practicar la voluntad del Señor. Sus mandamientos ahora son como dulce miel que mejora nuestras vidas al escuchar palabras tan sabias y verdaderas.
Y no sólo eso, ahora también tenemos una esperanza. El cielo nos aguarda. Y cuando llegue el día final y todo sea restaurado, viviremos por siempre en el paraíso. Disfrutando de la presencia de Dios y de sus maravillosas bendiciones.
Oración:
Espíritu Santo, gracias por la nueva vida que me has dado, llena de gozo y esperanza. Amén.
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