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Meditación - 2020 enero 10

Meditación - 2020 enero 10

(Lectura de la Biblia en tres años: Deuteronomio 25, Lucas 3:21–22)

DIOS NO HACE ACEPCIÓN DE PERSONAS

Pedro tomó la palabra, y dijo:
—Ahora comprendo que en realidad para Dios no hay favoritismos, sino que en toda nación él ve con agrado a los que le temen y actúan con justicia.

—Hechos 10:34–35

A una gran mayoría de nosotros, los seres humanos, nos agrada pensar que somos especiales. Queremos que los demás nos vean así y nos esforzamos en ello. Siendo parte del reino de Dios también queremos ser los especiales entre los creyentes. Por esa misma razón, vemos lo bueno que hacemos como algo con suficiente mérito para agradar a Dios y queremos creer que así es. Pero ¿lo es?

A nuestra naturaleza pecaminosa le fascina la gloria humana. Al pueblo de Israel le parecía que ellos eran especiales por ser el pueblo que escuchó a Dios y lo mismo sucede con las iglesias y cristianos de hoy. Nos sentimos los mejores. Pero la Biblia enseña exactamente todo lo contrario: Dios exige que seamos perfectos y no lo hemos sido (Mateo 5:48). Somos tan pecadores como los demás «¡no hay uno solo que haga lo bueno! […] todos se han descarriado, a una se han corrompido. No hay nadie que haga lo bueno; ¡no hay uno solo!» (Salmo 14:1,3) Ni siquiera somos menos malos: «Porque no hay diferencia, por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios» (Romanos 3:22–23). Sí, delante de Dios somos pecadores que merecen toda la ira divina.

Pero hay una buena noticia: Cristo hizo todo lo necesario para salvarnos. Esa salvación está disponible para todos los que la necesitan. No solamente para el pueblo de Israel sino también para todas las personas de diferentes nacionalidades. Aunque todos merecemos el infierno sin distinción, Él nos regala su perdón gratuito sin hacer acepción de personas. Eso es lo que Pedro comprendió en el pasaje de hoy. Cristo ganó la salvación para todos y ninguno está excluido a menos que se excluya por sí mismo (2 Corintios 5:14–15; 1 Timoteo 2:4–6). Somos salvos gracias a sus méritos y por su misericordia. En gratitud vamos a querer anunciar que la salvación sin hacer acepción de personas.

Oración:
Señor, en gratitud a tu amor incondicional, por el que me has hecho parte del reino de Jesucristo, quiero vivir en obediencia a él. Concédeme, te suplico, temer y amar a Dios, de modo que no desprecie tu palabra, ni la prédica de ella; sino que la considere santa, la oiga, aprenda y la obedezca de buena voluntad. Amén.

 

Lea el Capítulo Completo Aquí


Meditaciones son presentadas por Producciones Multilingües-WELS y www.academiacristo.com. Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional. Todas las citas bíblicas, a menos que se indique lo contrario, están tomadas de La Santa Biblia, Nueva Versión Internacional®, NVI®. Copyright © 1986, 1999, 2015 por Biblica, Inc.™ Todos los derechos reservados en todo el mundo.

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