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Meditación - 2020 enero 01

Meditación - 2020 enero 01

(Lectura de la Biblia en tres años: Deuteronomio 16:1–17, Lucas 2:8–20)

AÑO NUEVO: ¡VIDA NUEVA!

El que estaba sentado en el trono dijo: «¡Yo hago nuevas todas las cosas!» Y añadió: «Escribe, porque estas palabras son verdaderas y dignas de confianza.»

—Apocalipsis 21:5

En nuestro diario vivir podemos estrenar diariamente lo desechable. Compramos un café cuyo recipiente, a los pocos minutos, va a parar al basurero; y no nos preocupa pues se producen varias toneladas de copias de ese recipiente que perdemos el interés en conservarlo. Pero el Señor quiere bendecirnos con lo que es de calidad suprema, que permanece nuevo para siempre. Lastimosamente, y debido a nuestra naturaleza pecaminosa, tenemos la tendencia a aferrarnos de aquello que no tiene real valor espiritual: nuestras obras pecaminosas. Imaginamos que nuestras propias «buenas obras» son muy buenas, de tal calidad que pueden agradar a Dios. Pero la Biblia nos revela cuán equivocados estamos cuando afirma que delante del Dios: «todos nuestros actos de justicia son como trapos de inmundicia». (Isaías 64:6).

El Señor, en su palabra nos ha mostrado que no andamos en novedad de vida cuando tratamos de ser gratos a Dios por nuestra propia obediencia a su voluntad. Dios nos exige obediencia perfecta, pero nosotros no alcanzamos el ideal porque somos imperfectos. La perfección que Dios exige en su ley, nos muestra nuestro pecado y la condenación eterna que merecemos por causa de nuestra imperfección. Eso es muy mala noticia. A quienes entran en conciencia de su terrible situación pecaminosa y, desesperados, ven la necesidad de salvación, la palabra de Dios les tiene una buena noticia, la mejor: Cristo obedeció perfectamente la voluntad de Dios en lugar de cada ser humano y fue a la cruz a sufrir el castigo que todos merecemos. Ya no necesitamos tratar de ser buenos para ir al cielo. Reconocemos que somos malos y que necesitamos su misericordia. El saber que solo por los méritos de Cristo somos salvados producirá tal gratitud que querremos obrar el bien, ya no para merecer el cielo, sino para expresar nuestra gratitud. De esta manera, confrontados por la ley que nos muestra nuestro pecado; y consolados por el evangelio, que nos muestra cómo Cristo nos salva, vivimos en vida nueva.

Oración:

Señor, no merezco ninguna de las bendiciones que de tu mano recibo cada día. Lo que sí merezco es tu ira eterna pues nací pecador y con mi pecado te ofendo diariamente. Gracias a los méritos de tu Hijo Jesucristo, he sido perdonado y tengo la vida eterna. Además me concediste el resto que me queda por vivir como un tiempo de gracia para vivir cada día en gratitud a tu amor. Concédeme que en esta nueva vida, sea renovado continuamente por el poder del evangelio encontrado en la Palabra y los sacramentos que fortalecen mi fe y vida espiritual. Amén.

 

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