
Meditación - 2020 diciembre 11
Meditación - 2020 diciembre 11
(Lectura de la Biblia en tres años: Ester 9:16–10:3, Hechos 17:21–26)
¡Aprecia tu paz!
26 A los seis meses, Dios envió al ángel Gabriel a Nazaret, pueblo de Galilea, 27 a visitar a una joven virgen comprometida para casarse con un hombre que se llamaba José, descendiente de David. La virgen se llamaba María. 28 El ángel se acercó a ella y le dijo: —¡Te saludo, tú que has recibido el favor de Dios! El Señor está contigo…Quedarás encinta y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús.
Lucas 1:26-28; 30-31.
El evangelista Luis Palau habla de una familia adinerada que decidió bautizar a su bebé en su mansión. Invitaron a muchos, y vinieron vestidos con sus mejores galas. Tiraron sus abrigos elegantes sobre una cama en una habitación del piso de arriba y luego bajaron. Pronto llegó el momento del evento principal: el bautismo del bebé. ¿Pero dónde estaba el bebé? Nadie sabía. Todos buscaron frenéticamente. Luego alguien se acordó haberlo visto dormido en una de las camas. El bebé estaba en la cama, ¡enterrado bajo la pila de abrigos! El objeto de la celebración había sido olvidado, descuidado y casi sofocado.
Durante la semana hemos estado reflexionando sobre el don de la paz con Dios que tenemos a través del regalo de su Hijo. Espero que todos hayamos visto el regalo incomparable que Dios nos dio en la promesa de su Hijo y a apreciar el regalo! En Jesús, el Padre no solo ha terminado con toda hostilidad entre nosotros y él, sino que ha hecho que todo entre nosotros y él sea lo mejor posible. En Jesús el Padre te ha dado el regalo que le dio a la virgen María: “¡el favor de Dios! El Señor está contigo ”.
¡Qué regalo! Sé que no quieres pasarlo por alto. Sé que no quieres hacer pequeño el anuncio de Gabriel a María y a ti de un Salvador. Yo tampoco quiero menospreciar ese regalo, pero con todas las cosas en mi mente en este momento, a veces, cubro a Cristo con los abrigos de todo el que hacer. A veces, dejo a Jesús en una cama y bajo para encontrar mi paz en las cosas que este mundo tiene como paz: sustancias, posesiones, placeres y promesas brillantes pero vacías.
Dios nos perdone por descuidar o hacer pequeño el don indescriptible de Jesús y la paz que trae. Luego, que Dios haga por nosotros lo que hizo por María: ¡lo imposible! Que vuelva a llenar nuestros corazones con la paz de su Hijo, anunciándonos: “¡Te saludo, tú que has recibido mí favor! Yo estoy contigo. ¡Eres lo más importante de mi vida! Nunca te olvidaré. Nunca te dejará bajo el manto de tu pecado y muerte. ¡Te di a mi Hijo, tu Jesús, tu Salvador! Todo entre tú y yo es como debería ser”.
¡Atesora el regalo! ¡Aprecia tu paz! Y como hizo María, ¡magnifica al Señor!
Oración:
Querido Padre, me has tenido en cuenta, tu humilde siervo. Has hecho grandes cosas por mí. Me diste a Jesús. Me diste paz. Mi alma magnifica tu santo nombre. Amén.
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