
Meditación - 2020 agosto 09
Meditación - 2020 agosto 09
(Lectura de la Biblia en tres años: 2 Reyes 22:1–23:3, Juan 12:44–50)
LA PALABRA QUE CONDENA Y LA PALABRA QUE SALVA
Si alguno escucha mis palabras, pero no las obedece, no seré yo quien lo juzgue; pues no vine a juzgar al mundo sino a salvarlo. El que me rechaza y no acepta mis palabras tiene quien lo juzgue. La palabra que yo he proclamado lo condenará en el día final.
—Juan 12:47–48
La Biblia dice que Jesucristo predicó el evangelio (Mateo 11:1–5). Evangelio significa buenas noticias de salvación. En el texto de la meditación de hoy Jesucristo afirma que las palabras que él ha hablado serán las que juzguen a los que rechacen esas palabras ¿Cómo así?
Desde Génesis hasta Apocalipsis la palabra de Dios presenta dos principales enseñanzas claramente diferentes: la ley y el evangelio. La ley es toda exigencia moral de Dios que se aplica a toda persona de todo lugar y tiempo. El decálogo que Moisés recibió en tablas de piedra en el monte Sinaí es un adecuado resumen de la ley moral para el pueblo de Israel que había salido de Egipto. La ley moral nos dice cómo quiere Dios que nosotros seamos y qué quiere que hagamos y qué quiere que no hagamos. El propósito de la ley moral es mostrarnos lo pecadores que somos y cuán necesitados estamos de la salvación (Gálatas 3:24) Así, nos muestra que no podemos cumplir las exigencias morales de Dios a causa de nuestro pecado heredado de Adán. Cuando Cristo vino, Él confrontó a los pecadores usando los mandamientos del decálogo (Marcos 10:18,19). A los pecadores que habían quedado aterrorizados al conocer la ley moral, Jesús les anunció el evangelio del perdón gratuito, disponible gracias a su obra redentora como nuestro sustituto. Quienes creen en Cristo y su obra redentora como único camino de salvación son salvos. Los que no creen, se pierden: «Les dijo: «Vayan por todo el mundo y anuncien las buenas nuevas a toda criatura. El que crea y sea bautizado será salvo, pero el que no crea será condenado» (Marcos 16:15,16). Somos salvos gratuitamente, Dios no nos exige nada para salvarnos. Inclusive nos otorga la fe como un don gratuito que nos viene a través del evangelio predicado o presente en el bautismo y la cena del Señor. En gratitud vamos a querer apreciar la palabra de Dios, tanto su dura ley con sus amenazas de castigo por el pecado, como su dulce evangelio con sus promesas incondicionales de perdón.
Oracion:
Señor, tu Hijo Jesucristo cumplió la ley en lugar mío y con su sacrificio en la cruz pagó por mis pecados como mi sustituto. Por esos mismos méritos, he sido perdonado. En gratitud quiero confiar sólo en sus méritos para estar a cuentas contigo y vivir una vida santa guiado por tu ley moral, mientras anuncio la salvación gratuita esperando tu venida, concédeme alcanzarlo. Amén.
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