
Meditación - 2020 agosto 07
Meditación - 2020 agosto 07
(Lectura de la Biblia en tres años: 2 Reyes 20, Juan 12:27–36)
LA LIMPIEZA EXTERNA E INTERNA
—Resulta que ustedes los fariseos —les dijo el Señor—, limpian el vaso y el plato por fuera, pero por dentro están ustedes llenos de codicia y de maldad. ¡Necios! ¿Acaso el que hizo lo de afuera no hizo también lo de adentro? Den más bien a los pobres de lo que está dentro, y así todo quedará limpio para ustedes.
—Lucas 11:39–41
Cerca de mi casa había un hermoso bosquecillo. Mi padre me había prohibido ir allá. Pero, sin decir nada a nadie, fui con mis amigos. Pisé el borde suelto de un sendero y resbalé algunos metros hacia abajo lesionándome la piel de una pierna desde la rodilla hasta el tobillo. Escondí por algún tiempo la herida actuando lo más natural posible pero el mal olor de la infección sacó al descubierto todo. No importa cuánto nos engañemos a nosotros mismos, lo que está mal, está mal aunque no queramos aceptarlo. Eso les sucedía a los fariseos del texto de hoy.
Los fariseos querían dar la impresión de que estaban en buenas relaciones con Dios gracias a sus propias buenas obras: como la de cumplir con el ritual del mojado de manos antes de las comidas. Sin embargo, había tal codicia en su corazón por los bienes materiales que no proveían ayuda al prójimo necesitado. Ante los ojos de los demás eran irreprensibles pues no es fácil ver la codicia. Pero Cristo conoce el corazón y por eso los confronta con el pecado: ellos solo aparentaban estar limpios. El ir a la iglesia, estudiar la Biblia, etcétera puede dar la impresión de ser un buen creyente. Pero si albergamos murmuración, falta de perdón, y resentimiento, somos tan sucios como los fariseos. Necesitamos examinarnos diariamente y reconocer honestamente ante Dios lo pecadores que somos y admitir que hemos pecado incluso sin darnos cuenta y que somos merecedores de toda la ira de Dios. El saber que Cristo, como nuestro sustituto, al obedecer perfectamente toda la ley moral y al morir por nosotros, nos libró de la ira eterna, hará brotar tal gratitud en nuestro corazón que vamos a querer deshacernos del pecado que nos contamina para vivir «sobria, justa y piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo»
Oracion:
Señor, tu Hijo Jesucristo cumplió la ley en lugar mío y con su sacrificio en la cruz pagó por mis pecados como mi sustituto. Por esos mismos méritos, he sido perdonado. En gratitud quiero confiar sólo en sus méritos para estar a cuentas contigo y vivir una vida santa guiado por tu ley moral, mientras anuncio la salvación gratuita esperando tu venida, concédeme alcanzarlo. Amén.
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