
Meditación - 2020 abril 30
(Lectura de la Biblia en tres años: 1 Samuel 29, Lucas 22:1–6)
LAS OVEJAS DESCARRIADAS
Antes eran ustedes como ovejas descarriadas, pero ahora han vuelto al Pastor que cuida de sus vidas.
—1 Pedro 2:25
Usamos la expresión «ovejas descarriadas» para referirnos a las personas que tienen un comportamiento detestable. Sin embargo en el texto de la meditación de hoy está frase no tiene ese sentido ¿Cómo así?
Si examinamos el contexto, el apóstol Pedro está hablando de las aflicciones que un creyente padece como creyente. Es muy fácil llegar a pensar que nuestros sufrimientos suceden porque Dios nos ha abandonado. La ilustración de la oveja descarriada ayuda a entender el tipo de sufrimiento de los cristianos. Una oveja descarriada es una oveja que se ha perdido y está en gran peligro de morir bajo las fauces del lobo. Carece del cuidado y protección pastoral. Pedro dice que los creyentes eran como ovejas descarriadas pero que ya no es así porque ahora están bajo el cuidado del pastor que cuida las almas. Por tanto, ya no es necesario temer. Cristo es el buen pastor y como tal tiene cuidado de su rebaño. Pero eso no significa que en la vida del creyente no haya sufrimientos. El sufrimiento debe ser visto en su perspectiva espiritual. Los sufrimientos que padecemos en obediencia al Señor ayudan a nuestro crecimiento espiritual. Cristo cargó con nuestros pecados en el madero, no sólo para darnos el perdón sino para que podamos morir al pecado y vivir para la justicia. Ese es el misterio del proceso de la santificación: mientras crecemos en la fe y el entendimiento, nuestra vida se hace más como la de Cristo. Nuestros propios problemas y sufrimientos se transforman de ser lamentables acontecimientos a la madurez del ministerio.
Oración:
Señor, confieso que no he apreciado perfectamente tu palabra. En ella nos enseñas que todas las cosas que suceden a tu pueblo redundan en nuestro bien, incluso el mismo sufrimiento. Suplico tu perdón. Reconozco que, por el poder de tu palabra, el Espíritu Santo me ha llamado mediante el evangelio, me ha iluminado con sus dones, me ha santificado y guardado en la fe verdadera. De la misma manera llama, congrega, ilumina y santifica a toda la iglesia cristiana en la tierra, y en Jesucristo la conserva en la verdadera fe. En esta iglesia cristiana diaria y completamente él me perdona a mí y a todos los creyentes todos los pecados. Y en el último día me resucitará a mí y a todos los muertos. Y nos dará vida eterna a mí y a todos los que creen en Cristo. Esto es ciertamente la verdad. Amén.
Meditación - 2020 abril 30
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