Meditación - 2020 abril 29

(Lectura de la Biblia en tres años: 1 Samuel 28:3–25, Lucas 21:31–38)

¿ES LA GRACIA DE DIOS IRRESISTIBLE?

¡Tercos, duros de corazón y torpes de oídos! Ustedes son iguales que sus antepasados: ¡Siempre resisten al Espíritu Santo!

—Hechos 7:51

En la Biblia encontramos la palabra gracia para señalar la forma en que un ser humano es salvado de la condenación eterna: «Porque por gracia ustedes han sido salvados mediante la fe; esto no procede de ustedes, sino que es el regalo de Dios»
(Efesios 2:8) ¿Qué es la gracia?

La gracia de la salvación no es un poder que Dios infunde dentro del creyente para ayudarle a hacer el bien y así alcanzar la salvación. Gracia es el favor inmerecido por el que Dios nos salva.

Hay quienes piensan y enseñan que la gracia de Dios es irresistible y que por eso la persona a la que Dios favorece no puede perder la salvación pues no puede resistir la gracia. Sin embargo la Biblia no apoya tal idea pues, como es fácil ver en el texto de la meditación de hoy, la gracia de Dios ha sido y será resistida. Nuestra naturaleza pecaminosa siempre resiste la gracia de Dios. Incluso cuando somos creyentes nuestro viejo Adán se rebela. Solo el poder del evangelio puede vencer tal resistencia que conduce a la incredulidad. Sin embargo quien descuida su vida espiritual al dejar de hacer uso diligente de los medios de gracia incurre en el grave peligro de debilitar su fe. Una fe débil puede ser perdida. Quién pierde la fe fácilmente abandonará la salvación.

Jesucristo compró nuestra redención al alto precio de derramar su preciosa sangre para nuestra salvación. En gratitud vamos a querer fortalecer nuestra fe haciendo uso diligente de los medios de gracia.

Oración:

Misericordioso Señor, tú conoces lo que está en el hombre, y ves la violenta lucha en que estoy metido contra el pecado. Gustosamente quisiera ordenar mi vida conforme a tu santa palabra, y hacer solamente tu santa voluntad; pero siento otra ley en mis miembros que combate la ley de mi mente. Me da pesar porque estoy tan lleno de inmundicia; límpiame, oh Señor, y seré limpio. Permite que tu Espíritu Santo more en mí y limpie mi corazón. Fortaléceme en el hombre interior, para que con tu poder pueda dejar un pecado tras otro y dominarlos. Todo lo puedo por medio de Cristo, quien me fortalece. Amén.

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