
Meditación - 2020 abril 27
(Lectura de la Biblia en tres años: 1 Samuel 26, Lucas 21:15–24)
EL FIN NO JUSTIFICA LOS MEDIOS
—¡No lo mates! —exclamó David—. ¿Quién puede impunemente alzar la mano contra el ungido del Señor?
—1 Samuel 26:9
El rey Saúl se rebeló contra el Señor desechando su palabra y por eso Dios lo desechó como rey. Por eso ordenó al profeta Samuel que unja a David como rey de Israel. Sin embargo, David no asumió de inmediato el trono pues Saúl todavía estaba vivo. David optó por esperar el tiempo de Dios. En una ocasión Saúl buscó a David con la intención de matarlo. Mientras lo perseguía se presentó una oportunidad favorable para David de modo que fácilmente podía matar a Saúl. Pero David prefirió no hacerlo ¿Por qué?
David dijo que no se puede alzar la mano contra el ungido del Señor impunemente. David no quería obtener trono con su propia astucia o estrategias. Confiaba que sí Dios lo había hecho rey, entonces llegaría el momento para ello. Pero él no quería valerse de medios pecaminosos para alcanzar su destino.
En el tiempo de Dios Saúl murió y David comenzó a gobernar como rey. Su linaje continuó y el Mesías fue un descendiente de David. En gratitud a la salvación gratuita ganada por nuestro Señor al alto precio de su propia sangre vamos a querer servirle sin necesidad de usar medios pecaminosos.
Oración:
Señor Jesús, santifícame con tu justicia, con tus méritos y tu sangre. Dame a mí, que no soy santo por naturaleza, tu santidad, para que, vestido en ella como mi más hermoso manto, pueda aparecer y estar firme ante mi Padre celestial. Santifica mi vida con tu santa palabra. Santifica mi corazón para que siempre se ocupe de buenos pensamientos. Santifica mis labios, para no hablen nada que sea indigno, no cristiano y malvado. Santifica mi voluntad, para que quiera y haga solamente lo que te agrada. Que sea santo no solamente en la iglesia, cuando asisto a la santa cena, o mientras estoy activo en otras acciones sagradas; más bien permite que sea verdaderamente santo y persiga la santidad en todo lugar, en todo tiempo, en toda ocasión. Permíteme, en toda circunstancia, hablar, vivir y actuar como un hijo de Dios, y permanecer en tal bendito estado hasta mi muerte, cuando tú me conducirás a la compañía de los santos y elegidos y a la eterna luz de gozo. Amén.
Meditación - 2020 abril 27
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