
Meditación - 2020 abril 17
Meditación - 2020 abril 17
(Lectura de la Biblia en tres años: 1 Samuel 18:6–30, Lucas 19:38–44)
TOMÁS, EL CREYENTE
Una semana más tarde estaban los discípulos de nuevo en la casa, y Tomás estaba con ellos. Aunque las puertas estaban cerradas, Jesús entró y, poniéndose en medio de ellos, los saludó.
—¡La paz sea con ustedes!
Luego le dijo a Tomás:
—Pon tu dedo aquí y mira mis manos. Acerca tu mano y métela en mi costado. Y no seas incrédulo, sino hombre de fe.
—¡Señor mío y Dios mío! —exclamó Tomás.
—Juan 20:25–28
Al terminar de ver una película de la Pasión del Señor quedé muy disgustado con los discípulos. No podía soportar que hayan sido tan incrédulos. Pensé: «Si yo hubiera estado allí no hubiera dudado ni un minuto, incluso habría dado mi vida por Cristo». Pero pronto supe que es más fácil decir eso que hacerlo.
Tenemos la impresión de que somos muy buenos creyentes y hasta mejores que los demás hasta que nos llega la prueba. Es común llamar a este discípulo «Tomás el incrédulo» pero no es correcto. La Escritura sí nos dice que él fue incrédulo, pero no fue el único. En realidad, todos los demás discípulos también lo fueron: «Finalmente se apareció a los once mismos, estando ellos sentados a la mesa, y les reprochó su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que lo habían visto resucitado». (Marcos 16:14, RV95). Aunque Tomás sí fue incrédulo, el texto de la meditación de hoy nos muestra que inmediatamente fue él cambiado a «Tomás, el creyente» pues sin mayor demora se postra para adorar al Señor confesando su fe al decirle: «¡Señor mío y Dios mío!». Tomás no se hizo creyente por ver las evidencias sino por la palabra de Cristo que le dijo: «no seas incrédulo, sino creyente.» La fe no viene por ver las evidencias sino por oír la Palabra (Romanos 10:17). Somos incrédulos por naturaleza debido a nuestro viejo Adán. No podemos creer por nosotros mismos. Nuestra incredulidad es un pecado por el que somos merecedores de toda la ira divina. Pero gracias a Cristo tenemos perdón. En gratitud vamos a querer crecer en la fe haciendo uso diligente de los medios de gracia.
Oración:
Señor, confieso que por mi propia razón o elección no puedo creer en Jesucristo, mi Señor, ni acercarme a él. Sino que el Espíritu Santo me ha llamado mediante el evangelio, me ha iluminado con sus dones, me ha santificado y guardado en la fe verdadera. Oh mi Dios, aumenta en mí la fe, la santidad y la obediencia, para que cada día me haga más devoto, más diligente, más temeroso de Dios, y más conformado a la imagen de mi Salvador. Por tus medios de gracia afírmame en la verdadera fe para la vida eterna. Guárdame en esta fe agradecida para que viva como un cristiano verdadero y piadoso y que, como un cristiano verdadero y devoto, muera en paz en el tiempo designado. Amén.
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