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Meditación - 2020 abril 06

Meditación - 2020 abril 06

EL REFUGIO SEGURO

No temerás el terror de la noche,
ni la flecha que vuela de día,
ni la peste que acecha en las sombras
ni la plaga que destruye a mediodía.
Podrán caer mil a tu izquierda,
y diez mil a tu derecha,
pero a ti no te afectará.

—Salmo 91:5–7

Desde la ascensión de nuestro Señor Jesucristo hasta la fecha son innumerables las pestes y plagas que han asolado a la humanidad. A la iglesia le ha tocado no solo el presenciar el sufrimiento y devastación que estas provocan sino también padecerlas recordando que el Señor profetizó que son una señal de su venida.

El cristianismo se extendió rápidamente por todo el imperio romano debido al poder del evangelio y al celo evangelizador de la iglesia. Sin embargo las persecuciones reducían el número de creyentes pues eran martirizados por su fe. Aun así, en poco tiempo el paganismo se redujo hasta casi extinguirse. A esto ayudaron las pestes. Cuando la peste llegaba a una población pagana los habitantes huían casi de inmediato abandonado a sus familiares enfermos. Pero los cristianos se quedaban y cuidaban no solo de sus hermanos en la fe sino también de los paganos moribundos. No temían la muerte pues sabían que igual podían morir en la persecución. Además la gran mayoría de los creyentes eran pobres y no tenían mayores posibilidades huyendo (1 Corintios 1:26–27). Su única esperanza era Dios. El salmo 91 fortalecía su confianza y sobrevivían exitosamente las plagas. Los sacerdotes paganos, que no tenían explicación para lo que sucedía, se convertían a la fe y junto con ellos el resto de los paganos sobrevivientes.

Es verdad que muchos cristianos murieron enfermos por las pestes. Pero no la muerte no les aterrorizaba pues tenían por delante la vida eterna y sabían que el Señor no prometió que todos los de su pueblo serían libres de las enfermedades pues hay aquellos a los que, como a Pablo, Dios les dice: «Te basta con mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad.» (2 Corintios 12:9). Estaban agradecidos cuando eran, como Daniel, librados sobrenaturalmente del peligro. Pero también cuando no lo eran, pues confiaban que Dios dispone lo mejor para ellos en toda circunstancia (Hebreos 11:32–40)

Oración:

En paz me acostaré y dormiré; porque sólo tú, Señor, me haces vivir confiado. Oh Dios eterno y todopoderoso. No soy digno de tanto amor. Por eso te agradezco pues me salvaste enviando a tu Hijo a vivir y morir por mí. Mi vida te pertenece y soy tuyo tanto si vivo como si muero. Gracias Señor. Amén.

 

Lea el Capítulo Completo Aquí


Meditaciones son presentadas por Producciones Multilingües-WELS y www.academiacristo.com. Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional. Todas las citas bíblicas, a menos que se indique lo contrario, están tomadas de La Santa Biblia, Nueva Versión Internacional®, NVI®. Copyright © 1986, 1999, 2015 por Biblica, Inc.™ Todos los derechos reservados en todo el mundo.

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