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Meditación - 2019 septiembre 24

Meditación - 2019 septiembre 24

(Lectura de la Biblia en tres años: Levítico 15:14–33, Marcos 1:21–28)

EVALUANDO EL COSTO DE SEGUIR A CRISTO

Grandes multitudes seguían a Jesús, y él se volvió y les dijo: «Si alguno viene a mí y no sacrifica el amor a su padre y a su madre, a su esposa y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, y aun a su propia vida, no puede ser mi discípulo. Y el que no carga su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo».

—Lucas 14:25–27

Las multitudes seguían a Jesús con la ardiente expectativa de verle efectuar algún milagro fascinante. Las palabras del texto bíblico que hoy meditamos fueron como fue un balde de agua fría que congeló todo el entusiasmo. ¿Qué se traía Jesús?

Las duras palabras de Jesús parecen tener el propósito de desalentar a las personas de su deseo de ser discípulos de Cristo. En concreto, el Señor establece tres condiciones para ser discípulo suyo: 1) renunciar al apego familiar, 2) renunciar al amor propio y 3) evaluar los costos antes de involucrarse en tan titánico desafío. La tercera condición nos muestra que él no busca desanimar a ninguno. Lo que sí quiere es que sean sabios como seguidores suyos. Cristo ilustra el discipulado con la construcción de una torre y con el asumir la responsabilidad de enfrentar una guerra. Ambos desafíos son costosos y no se emprenden a la ligera. ¿Puede el ser humano pagar el precio de su salvación? La Biblia responde: «¡No!» (Salmo 49:7,8). Tampoco podemos pagar el costo del discipulado con nuestro propio poder y esfuerzo. Jesús lo explicó así: «Yo soy la vid y ustedes son las ramas. El que permanece en mí, como yo en él, dará mucho fruto; separados de mí no pueden ustedes hacer nada.» Ser discípulo de Cristo implica dependencia total de él, tal como él dependía del Padre (Juan 5:19, 15:5). Depender de Cristo es actuar movido por el Espíritu Santo. El Espíritu Santo no obra aparte de la Biblia. Con su palabra de ley restringe el viejo Adán, y con el poder del evangelio vivifica al discípulo. Solo la fe viva resulta en frutos de arrepentimiento. Solo el poder del evangelio crea fe viva (Romanos 10:17,1:16). El auténtico discipulado es consagración plena, no a medias. No lo hicimos así, ni podemos hacerlo. Por eso somos merecemos toda la ira de Dios. Jesucristo vivió plenamente consagrado al servicio divino en lugar nuestro y sufrió por nosotros el castigo que merecemos. En gratitud vamos a querer ofrecernos en sacrificio vivo santo y agradable a Dios por los méritos de su Hijo (Romanos 12:1–3).

Oracion:

Que mi vida entera esté consagrada a Ti, Señor. Que a mis manos pueda guiar el impulso de tu amor. Que mis pies tan sólo en pos de lo santo puedan ir: y que a Ti, Señor, mi voz se complazca en bendecir. Que mis labios al hablar, hablen sólo de tu amor. Que mis bienes dedicar yo los quiera a Ti, Señor. Que mi tiempo todo esté consagrado a tu loor. Que mi mente y su poder sean usados en tu honor. Toma, ¡oh Dios!, mi voluntad, y hazla tuya nada más; Toma, sí, mi corazón y tu trono en él tendrás. Amén. (CC255)

 

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Meditaciones son presentadas por Producciones Multilingües-WELS y www.academiacristo.com. Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional. Todas las citas bíblicas, a menos que se indique lo contrario, están tomadas de La Santa Biblia, Nueva Versión Internacional®, NVI®. Copyright © 1986, 1999, 2015 por Biblica, Inc.™ Todos los derechos reservados en todo el mundo.

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