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Meditación - 2019 septiembre 05

Meditación - 2019 septiembre 05

(Lectura de la Biblia en tres años: Levítico 2–3, Mateo 26:36–46)

JESUCRISTO PROFETIZA UN MUNDO SIN PAZ.

¿Creen ustedes que vine para establecer la paz en este mundo? ¡No! Yo no vine a eso. Vine a causar división. En una familia de cinco, tres estarán en contra de los otros dos. El padre y el hijo se pelearán, la madre y la hija harán lo mismo, y la suegra y la nuera serán enemigas.

—Lucas 12:51–53, Biblia Traducción en lenguaje actual (TLA)

En las profecías del Antiguo Testamento que anunciaron al Mesías se destaca vivamente la promesa de paz: Su nombre sería «príncipe de paz» y traería una paz perdurable (Isaías 9:6,7) Inclusive el coro angelical que anunció su nacimiento pregonó paz en la tierra por medio de Jesús (Lucas 2:14). ¿Cómo es posible que ahora diga que no vino para traer paz? ¿Por qué dijo eso?

Jesucristo no dijo que Él quería traer conflicto. Dios, quien es el Dios de paz, quiere la paz para todos y es por eso mismo que el Mesías es el príncipe de paz (1 Tesalonicenses 5:23). El evangelio anuncia que hay paz, una que sobrepasa todo entendimiento humano: La paz del alma con Dios y entre los hombres por medio de Jesús, y que es fruto del Espíritu Santo (Hechos 10:36; Filipenses 4:7; Gálatas 5:22). La paz, en principio es la ausencia de conflicto, y también es la presencia de armonía. Ninguna de estas cosas puede existir sin Cristo (Colosenses 1:17 RV95). Carecemos de paz y vivimos en conflicto cuando nuestras relaciones están rotas. La falta de paz interna repercute negativamente en nuestra relación con el prójimo dando lugar al conflicto. Es imposible estar en paz con uno mismo si no hay paz con Dios. Por eso necesitamos sanar nuestra relación con el prójimo, con nosotros mismos y con Dios. No estar en paz con el prójimo, ni con Dios es un pecado por el que merecemos toda la ira de Dios (Mateo 5:21-25).

Cristo vino a reconciliarnos con Dios. Lo hizo al obedecer perfectamente la voluntad de Dios con una vida santa y al padecer el castigo que merecemos en lugar nuestro, «sobre él recayó el castigo, precio de nuestra paz» (Isaías 53:5). Sus méritos nos fueron atribuidos gratuitamente y así tenemos paz con Dios (Colosenses 1:20; Romanos 5:1,19; 12:18, 21). En gratitud vamos a querer estar en paz con todos (Filipenses 4:7). Sin embargo, quienes rechazan la paz que Cristo ganó y es anunciada por el evangelio de la paz, endurecen su corazón contra Dios y su prójimo constituyéndose en enemigos de la paz. Por eso no hay paz mundial, ni la habrá hasta después del juicio final (1 Tesalonicenses 5:1–3).

Oración:

Misericordioso Señor merezco toda tu ira y la condenación eterna pues no busqué la paz contigo ni con mi prójimo. Pero gracias a Jesucristo he sido perdonado y declarado justo. Concédeme, por tus medios de gracia, ser un instrumento de tu paz. Amén.

 

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Meditaciones son presentadas por Producciones Multilingües-WELS y www.academiacristo.com. Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional. Todas las citas bíblicas, a menos que se indique lo contrario, están tomadas de La Santa Biblia, Nueva Versión Internacional®, NVI®. Copyright © 1986, 1999, 2015 por Biblica, Inc.™ Todos los derechos reservados en todo el mundo.

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