
Meditación - 2019 septiembre 03
Meditación - 2019 septiembre 03
(Lectura de la Biblia en tres años: Éxodo 40:17–38, Mateo 26:22–29)
EL FUEGO Y EL MARTILLO DE LA PALABRA
¿No es acaso mi palabra como fuego, y como martillo que pulveriza la roca? —afirma el Señor—.
—Jeremías 23:29
¿Prefiere escuchar una dulce mentira o la verdad aunque duela? Dios advirtió a Adán y Eva que si comían el fruto prohibido «ciertamente» morirían. Mucho más agradable fue la palabra de la serpiente que prometía «se les abrirán los ojos y llegarán a ser como Dios, conocedores del bien y del mal.» (Génesis 2: 15-17; 3:5). Lastimosamente, aunque agradable, tal promesa era solo una vil mentira satánica. Por otra parte, aunque la Palabra de Dios no siempre dice cosas agradables, invariablemente dice la verdad, aunque duela.
Debido a nuestra condición pecadora heredara de Adán y Eva, a nuestra vieja naturaleza, el viejo Adán, le fascina la mentira pues siente una atracción especial hacia el engaño. Nuestro viejo Adán tiene comezón de escuchar palabras que exalten su ego, especialmente aquellas que afirman su orgullo pecaminoso asegurándole que puede agradar a Dios con el imperfecto esfuerzo por ser reconocido como buena persona por su conducta. Dios nos dice que es imposible agradarle con nuestras propias buenas obras imperfectas que le dan nauseas (Isaías 64:6) En tiempos de Jeremías muchos dejaron de escuchar la revelación divina suministrada a través de este profeta para irse en pos de los falsos profetas que les halagaban el oído. Ante esto Dios responde con las palabras del texto que meditamos hoy. Sí, la Palabra de Dios obra como un fuego que quema el orgullo pecaminoso del hombre al decirnos que somos tan pecadores que solo merecemos toda la ira de Dios y que nada podemos hacer para salvarnos. La palabra de Dios es poderosa; es un fuego que consume el trapo frágil de nuestra propia justicia. Es el fuego que nos purifica para el Señor. Es como un martillo poderoso que golpea hasta ablandar al corazón más duro de modo que sea creado de nuevo. Mediante Su santa ley Dios nos revela nuestra triste condición pecaminosa y la consecuencia eterna que conlleva. Pero a quienes, aterrorizados por tales amenazas, reconocen su necesidad de la misericordia divina, La Palabra se presenta como un bálsamo sanador que le anuncia el perdón de pecados y el incondicional amor divino. En gratitud vamos a querer apreciar la Palabra de Dios.
Oracion:
Señor, te suplico que por el poder de Tu Palabra me concedas que yo alcance temerte y amarte de modo que no desprecie tu palabra ni la prédica de ella; sino que la considere santa, y la escuche, aprenda y practique de buena voluntad. Amén.
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