
Meditación - 2019 junio 27
Meditación - 2019 junio 27
(Lectura de la Biblia en tres años: Génesis 42:1–16, Mateo 13:24–30)
EL ESPÍRITU SANTO Y LA VIDA
En el último día, el más solemne de la fiesta, Jesús se puso de pie y exclamó:
—¡Si alguno tiene sed, que venga a mí y beba! De aquel que cree en mí, como dice la Escritura, brotarán ríos de agua viva.
Con esto se refería al Espíritu que habrían de recibir más tarde los que creyeran en él.
—Juan 7:37-39
¿Qué quiso decir Jesús cuando se refirió al Espíritu Santo como ríos de agua viva? Jesús con las palabras del texto de hoy apuntaba a la promesa que Dios hizo cuando dijo: «regaré con agua la tierra sedienta, y con arroyos el suelo seco; derramaré mi Espíritu sobre tu descendencia, y mi bendición sobre tus vástagos, y brotarán como hierba en un prado, como sauces junto a arroyos.» (Isaías 44:3-4).
El Espíritu del Señor como agua viva no significa que hará del cristiano un locuaz parlanchín o un inquieto saltarín. Más bien se refiere al cambio que el evangelio obra convirtiendo a un incrédulo en un agradecido creyente, llevándolo así de la muerte a la vida. El cambio obrado por el Espíritu Santo, llamado arrepentimiento, se hace evidente en los frutos de arrepentimiento manifestados en una vida piadosa que reconoce que por sus propias buenas obras no puede agradar a Dios ni merecer el cielo. Pero que sí está en paz con Dios solo por los meritos de Jesucristo y que, en gratitud a él, lleva su vida consagrada al servicio del Señor.
¿Cómo sucedió eso? Por obra del Espíritu Santo, pues fue Él quien por medio de la dureza de la ley llevó al incrédulo a la convicción de que es un depravado pecador que solo merece toda la ira de Dios. Cuando el pecador angustiado por las amenazas de la ley de Dios es consciente de su calamitosa situación, es el Espíritu Santo quien, mediante el evangelio anunciado, consuela el corazón afligido con la buena noticia de que todo lo que es necesario hacer para reconciliarse con Dios ya lo hizo Cristo. Esta buena noticia llena de tanto gozo nuestros corazones que, en gratitud, queremos vivir piadosamente al servicio del Señor, reconociendo nuestra debilidad y confesando que, puesto que nuestras buenas obras son imperfectas, somos siervos inútiles, y sin embargo gracias a Cristo tenemos paz con Dios.
Oración:
Señor, confieso que por mi propia razón o elección no puedo creer en Jesucristo, mi Señor, ni acercarme a él. Sino que el Espíritu Santo me ha llamado mediante el evangelio, me ha iluminado con sus dones, me ha santificado y guardado en la fe verdadera. De la misma manera llama, congrega, ilumina y santifica a toda la iglesia cristiana en la tierra, y en Jesucristo la conserva en la verdadera fe. Gracias te doy por ello, pues mi salvación no depende de mí sino de ti. Amén.
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