
Meditación - 2019 junio 26
Meditación - 2019 junio 26
(Lectura de la Biblia en tres años: Génesis 41:37–57, Mateo 13:18–23)
DIOS QUIERE QUE EN TI BROTE LA VIDA ETERNA
—Todo el que beba de esta agua volverá a tener sed —respondió Jesús—, pero el que beba del agua que yo le daré, no volverá a tener sed jamás, sino que dentro de él esa agua se convertirá en un manantial del que brotará vida eterna.
—Juan 4:13-14
¿La fe que tiene es débil? Cada creyente ha experimentado lo que es tener fe débil. La fe débil todavía es fe. Sin embargo, Jesucristo advierte que la fe débil es frágil y corre el peligro de ser arrebatada ya sea por el diablo, por los anhelos de la carne o por los afanes de este mundo (Lucas 8:11-15). La fe es el medio por el cual tenemos la vida eterna que Cristo nos da. No podemos producir fe en nuestros corazones esforzándonos en creer. La Biblia es clara al enseñar que la fe es un don de Dios que nos es otorgado por el poder del evangelio (Efesios 2:8; Romanos 10:17, 1:16-17; 2 Tesalonicenses 3:2). Es por ese mismo poder que la fe es fortalecida.
Si usted estuviera sediento en un desierto es seguro que agradecería poder beber un vaso de agua. Pero también es seguro que apreciaría mucho más el tener disponible un manantial de agua fresca. Cristo no solo nos ofrece un vaso de agua, el quiere que disfrutemos del manantial de vida eterna ¿Cómo puede suceder eso? El evangelio, (es decir, la buena noticia que Cristo es nuestro sustituto, pues obedeció perfectamente la voluntad de Dios que nosotros no pudimos y con su muerte pagó nuestros pecados para atribuirnos esos méritos ante Dios) es el agua que Cristo nos ofrece. Pero él quiere que esa buena noticia llene nuestro corazón de tal manera que brote como una confesión de fe que es dada a conocer a otros que también necesitan escuchar esa buena noticia. Es precisamente eso lo que le sucedió a la mujer samaritana y también a los otros discípulos que confesaron: «Nosotros no podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído» (Hechos 4:20). Por eso en gratitud a la obra redentora de Cristo vamos a querer que la Palabra de Cristo abunde en nuestra vida y así poder decir junto con Pablo: «Escrito está: «Creí, y por eso hablé.» Con ese mismo espíritu de fe también nosotros creemos, y por eso hablamos.» (Colosenses 3:16; 2 Corintios 4:13). «Porque de lo que abunda en el corazón habla la boca» (Lucas 6:45).
Oración:
Señor, por tu misericordia y bondad eternas sembraste la fe mediante el evangelio en mi corazón incrédulo. Ese mismo evangelio alimenta y da crecimiento fortaleciendo la fe débil que tengo. Concédeme que escuche tu palabra con agrado de manera que abunde en mí la palabra de Cristo de tal manera que mis labios confiesen tu enseñanza llevando por doquier la buena noticia para bien de los demás. Amén.
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