
Meditación - 2019 agosto 27
Meditación - 2019 agosto 27
(Lectura de la Biblia en tres años: Éxodo 36:8–38, Mateo 25:14–20)
EL HIJO DEL HOMBRE VENDRÁ CUANDO MENOS LO ESPEREN
Pero entiendan esto: Si un dueño de casa supiera a qué hora va a llegar el ladrón, estaría pendiente para no dejarlo forzar la entrada. Así mismo deben ustedes estar preparados, porque el Hijo del hombre vendrá cuando menos lo esperen.
—Lucas 12:39,40
¡Buenos días! No lo olvide: el Señor podría venir hoy mismo. Se han multiplicado bastante diferentes interpretaciones acerca de la segunda venida de Jesucristo. La gran mayoría solo logra confundir a los creyentes en lugar de ayudarles a tener convicción y certeza de lo que espera. Cuando la convicción y la certeza desaparecen la fe ha sido eliminada. ¿Qué hacer frente a esta calamidad?
Algunos atienden las noticias a fin de enterarse de la llegada del anticristo. Otros se angustian escuchando acerca de cataclismos y conflictos atentos a si la gran tribulación esté a punto de empezar. Hay quienes ocupan su tiempo ayunando y trasnochándose y así estar vigilantes que la venida de Jesucristo los encuentre dentro de alguna iglesia. Sin embargo cuando se les pregunta: «Si usted muriera hoy, ¿Dónde pasaría la eternidad?» vacilan en responder con convicción y certeza. Una parte de ellos son conscientes que sus actos no agradan a Dios y otra parte confía en que Dios aceptará sus esfuerzos imperfectos por tratar de alcanzar la perfección. Pero así como la muerte sorprende a todos, de igual manera la fecha de venida de Cristo y del fin del mundo permanecerán ocultas hasta cuando sucedan. Por tanto es indispensable estar preparados ¿Cómo?
Nada puede prepáranos para la venida de Cristo excepto la obra sustitutoria que él hizo a favor de nosotros. Nada podemos hacer para estar a buenas cuentas con Dios porque somos pecadores que merecemos toda la ira de Dios. Es la obediencia perfecta de Cristo atribuida gratuitamente a nosotros la que nos justifica delante de Dios. Es su muerte en la cruz la pagó el castigo que merecemos. Solo por esos méritos se puede oír el dictamen: «Vengan ustedes, a quienes mi Padre ha bendecido; reciban su herencia, el reino preparado para ustedes desde la creación del mundo.» (Mateo 25.34). En gratitud vamos a querer vivir sirviendo a Dios en amor a él y al prójimo.
Oracion:
Señor, confieso que por mi razón y por mis fuerzas propias no soy capaz de creer en Jesucristo, mi señor, ni llegar a él. Sino que es el Espíritu santo quien me ha llamado al evangelio, me ha iluminado con sus dones, me ha santificado y mantenido en la fe verdadera, al igual que llama, reúne, ilumina, santifica a toda la cristiandad sobre la tierra y la conserva en la unidad de la verdadera fe en Jesucristo. Él es quien, en esta cristiandad, me perdona a diario y plenamente todos mis pecados así como los de todos los creyentes. Es él quien, en el último día, me resucitará, a mí y a todos los muertos, y me dará una vida eterna, así como a todos los creyentes en Cristo. No hay duda de que esto es cierto. Amén.
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